Aunque establecida definitivamente
en Alemania la familia de
Durero procedía del pueblo húngaro de Ajtos, cuyo nombre
quiere decir "puerta". En antiguo germánico puerta es Dür, de
ahí el nombre de Dürer. Es interesante advertir que la
firma de este maestro reviste la forma de una puerta que cobija, como protegiéndolas,
sus iniciales. Esta misma puerta es la que aparece en el blasón
o escudo de su familia. Queremos señalar la importancia de este
blasón por entender que en él se encuentran algunos símbolos
cuyo significado nos puede ayudar a comprender ciertos rasgos de la personalidad
de Durero vinculados con su vida y su obra. El lenguaje del blasón
es totalmente hermético y alquímico, y sus símbolos
nos hablan del destino espiritual de aquél o aquellos que lo detentan.
A esta puerta, situada en la parte inferior del escudo, se asciende por
tres peldaños, los cuales se refieren a las tres etapas o fases
de la obra hermética y del proceso iniciático en general.
La puerta es símbolo de pasaje, y cruzar su umbral es acceder a
un tiempo y a un espacio sagrado, significativo. Esta puerta reposa sobre
lo que parece ser una nube, indicando con ello su carácter más
aéreo que terrestre, y por ello situada en un plano más sutil
de realidad. Encima de la puerta, y como soportándolo, se encuentra
un yelmo o cubrecabeza, que por su sentido caballeresco o noble, podría
aludir a una gesta o acción espiritual emprendida en pos del conocimiento
contra las tinieblas de la ignorancia. Este aspecto caballeresco en la
vida de Durero queda patente en el grabado "El Caballero, la Muerte y el
Diablo". La figura humana que aparece en la Parte superior se relaciona
con lo que en heráldica se denominan "cabezas de moro" o "cabezas
negras", que dejan vislumbrar el espíritu inteligible contenido
en el "negro más negro que el negro" de la putrefacción alquímica.
Hay que ver, pues, en esta figura una alusión a la materia prima
de la alquimia. Y por último las alas desplegadas están
significando el vuelo del espíritu o la posibilidad de elevarse
por encima de los condicionamientos materiales que dificultan la realización
espiritual. Esas alas sugieren al iniciado el desprenderse de "los frutos
de la acción". En este sentido en sus últimos años
Durero abandona casi por completo el grabado y la pintura y se retira a
la contemplación y la meditación, escribiendo los tratados
y estudios sobre arte, en los que plasma sus conocimientos filosóficos
y cosmológicos.
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