La palabra del sánscrito tardío līlā, como es bien sabido, describe cualquier tipo de juego, y puede compararse en significado al griego παιδια. Aquí nos interesaremos principalmente en la referencia de līlā a la manifestación y actividad divina considerada como un «juego», una «recreación» o un «divertimiento».
En una concepción tal no hay nada extraño o únicamente indio. El Maestro Eckhart, por ejemplo, dice: «Siempre ha habido este juego en la Naturaleza del Padre... del abrazo del Padre a su propia naturaleza viene este eterno juego del Hijo. Este juego fue jugado eternamente antes de todas las criaturas... El juego de los dos es el Espíritu Santo, en quien ambos se recrean, y que él mismo se recrea en ambos. Juego y jugadores son lo mismo» (ed. Evans, p. 148). Boehme agrega «no que este primer gozo comenzara con la creación, no, pues era por toda eternidad... La creación es el mismo juego de sí mismo» (Signatura rerum XVI.2-3).
Que Platón consideraba la actividad divina como un juego se muestra por su llamarnos «juguetes» de Dios –«y en lo que concierne a lo mejor en nosotros, eso es lo que nosotros somos realmente»; de aquí que prosiga diciendo que nosotros debemos danzar en consecuencia, obedeciendo solo a esa única cuerda de oro de la Ley, por la cual la marioneta está suspendida desde arriba, y pasar así la vida, sin tomar en serio los asuntos humanos, solo «jugando a los mejores juegos»; no como juegan esos jugadores cuyas vidas están entregadas a los juegos, sino siendo «de otra mente» que esos cuyos actos están motivados por su propio interés o placer (Leyes 644, 803, 804). El «filósofo de otra mente» de Platón que, habiendo hecho el ascenso y visto la luz, retorna a la Caverna para tomar parte en la vida del mundo (República VII) es en realidad un avat?ra («el que ha descendido de nuevo»), uno que podría decir con Krishna: «No hay nada en los Tres Mundos que yo tenga necesidad de hacer, ni nada que yo no haya obtenido y que pudiera obtener, y sin embargo participo en la acción... Lo mismo que el ignorante, por apego a las acciones, actúa, así el Comprehensor, aunque desapegado, debe actuar también, con miras al mantenimiento del orden en el mundo» (Bhagavad Gītā III.22-25). La palabra līlā aparece por primera vez, en conexión con estas mismas ideas, en el Brahma Sūtra, II.1.32, 33, [...], «La actividad creativa de Brahma no se lleva a cabo debido a una necesidad por su parte, sino simplemente a modo de juego, en el sentido común de la palabra».
Entendemos que el énfasis está siempre sobre la idea de una actividad «pura», que puede describirse propiamente como «juego», debido a que el juego no se juega, como se hace ordinariamente un «trabajo», con miras a asegurar algún fin esencial al bienestar del trabajador, sino exuberantemente; el trabajador trabaja por lo que necesita, el jugador juega debido a lo que él es. El trabajo es laborioso, el juego aplicado; el trabajo agota, el juego recrea. La manera de vivir mejor y más a semejanza de Dios es «jugar el juego». Y antes de que dejemos estas consideraciones generales, debe entenderse que, en las sociedades tradicionales, todos esos juegos y representaciones que nosotros consideramos ahora como «deportes» y «espectáculos» meramente seculares son, hablando estrictamente, ritos, en los que solo participan iniciados; y que, bajo estas condiciones, la pericia nunca es una habilidad meramente física, sino también una «sabiduría» (σοψια, cuyo sentido básico es precisamente «la cualidad de ser experto»). Y así los extremos se tocan, el trabajo deviene un juego y el juego un trabajo; vivir, por lo tanto, es haber
visto «la acción en la inacción y la inacción en la acción» (Bhagavad Gītā IV.18), es estar por encima de la batalla, y permanecer así inafectado por las consecuencias de la acción (Brhadānranyaka Upanisad IV.4.23, Īsāvāsya Upanishad 5, Bhagavad Gītā V.7, etc.) pues las acciones ya no son «mías» sino del Señor (Jaiminīya Upanisad Brāhmana I.5.2, Bhagavad Gītā III.15, etc.), a quien ellas «no atan» (Katha Upanisad V.11, Maitri Upanisad III.2, Bhagavad Gītā IV.14, etc.).
La noción de un «juego» divino aparece repetidamente en el Rg Veda. De las veintiocho apariciones de krīl, «jugar» (en sentidos diversos), y de los adjetivos conexos, citamos Rg Veda Samhitā IX.20.7, «jugando, como un libérrimo mayoral, vas tú, oh Soma»; IX.86.44 donde «Soma, mismo que Ahi, deslizándose fuera de su piel vieja, fluye como un brioso corcel (krīlan)»; X.3.5, donde las llamas de Agni son las «juguetonas» (krilumat); y X.79.6 donde, con respecto a su operación dual, ab intra y ab extra, inmanifestado y evidente, Agni se describe como «no jugando y jugando» (akrīlan krīlan). Es obvio que Agni se considera «jugando» en tanto que «se enciende y se apaga» (Aitareya Brāhmana III.4), y que la designación de sus lenguas como las «tremolantes» (lelāyamānā) en Mundaka Upanisad I.2.4 corresponde a su designación como las «juguetonas» en Rg Veda Samhitā X. 3.5. Al mismo tiempo se dice constantemente que Agni «lame» (rih, lih) todo lo que ama o devora; por ejemplo, «Agni lame el manto (forestal) de su madre y... siempre está lamiendo (Rg Veda Samitā I.140.9)», y «como se mueve con su lengua, continuamente lame a su madre» (Rg Veda Samitā X. 4.4).
La idea de un juego o divertimiento divino está plenamente representada en las Upanisads y la Bhagavad Gītā, pero la palabra līlā no aparece, y krīd aparece sólo en Chāndogya Upanisad VIII.12, donde el Espíritu incorporal se considera «riendo, jugando (krīdan) y tomando su placer», y en Maitri Upanisad V.1, donde «el Espíritu Universal, el Creador Universal, el Gozador Universal, la Vida Universal» es también «el Señor Universal del juego y el placer» en los que participa sin ser movido, estando en paz consigo mismo.
Por lo que se ha citado arriba, está claro que nosotros podríamos hablar tan legítimamente de un Soma-krīdā o Agni-krīdā o Brahma-līlā como lo hacemos de un Buddha-līlā o Krsna-līlā. La expresión Buddha-līlā aparece en los Jātakas, por ejemplo, I.54, donde los dioses dicen que «a nosotros nos será dado contemplar la infinita Buddha-līlā del Bodhisatta (de Gautama el Buddha) y escuchar su palabra». La traducción de līlā aquí, y en el PTS Dictionary, por «gracia» es demasiado débil; la gracia de la virtuosidad del Buddha está ciertamente implícita, pero la referencia directa es a sus «obras maravillosas»; la līlā del Buddha, como la līlā de Brahma, es la manifestación de sí mismo en acto. [...] Si tuviéramos que considerar solo la palabra līlā, la derivación de lih (rih), «lamer», bastaría para confirmar nuestro punto de vista de que fue el «juego» de las llamas de Agni lo que proporcionó desde el comienzo un soporte natural para la noción de un «juego» divino. [...]”