El Palacio del
Amor.
En uno de los cielos
más altos y más misteriosos hay un palacio conocido por el Palacio del Amor. En
este palacio tiene lugar la promulgación de los misterios profundos. Aquí están
reunidas las almas más amadas del Rey. Y aquí está el Rey de los cielos unido
con sus amadas almas en el Beso de Amor. En este beso se encierra la
unión del alma con la sustancia de la cual procede.
Dios
anima cada parte del firmamento con un espíritu especial. Los santos espíritus,
que son los mensajeros del Señor, descienden tan sólo por un grado; pero en las
almas de los justos hay dos grados confundidos en uno. Por consiguiente, las
almas de los justos ascienden más alto, y su rango es más elevado. Las almas de
los justos son superiores a todos los poderes y a todos los que sirven en el
mundo superior. Aunque su lugar es tan alto, abandonan, sin embargo, su fuente
y vienen abajo, a la tierra. Nosotros podemos comparar esto a un rey que no
tiene sino un hijo y lo envía a un país lejano para alimentarse, fortalecerse y
hacerse sano. Y cuando esto ha sido cumplido envía a la reina, su madre, para
traer a su hijo otra vez al hogar. Así también hace el Santo Rey con su hijo:
el alma justa. Lo envía a este mundo, en donde puede fortalecerse e
iniciarse, por medio del estudio, en los usos seguidos en el palacio del Rey.
Entonces, cuando El oye que su hijo ha crecido y que ha llegado el tiempo de
volverlo a traer al palacio, muestra su amor por él enviando a la Reina –la Shekhinah–
a buscarlo. Y cuando esta alma deja la tierra es acompañada por la Reina, que
la lleva al palacio, en donde ha de vivir eternamente. Y, no obstante, los habitantes
de la tierra se ponen a llorar cuando el hijo deja la tierra, y va a reunirse
con su Padre.
Pero si entre ellos hay
un sabio, él les mostrará que no tienen motivo alguno para lamentarse. Deben
recordar que Moisés dijo: "¡No tiréis de vuestro cabello ni lloréis por
los muertos, pues vosotros sois los hijos del Señor, vuestro Dios!". Si los
justos supieran lo que les espera, celebrarían con gozo el día en que deben
dejar el mundo. ¿Y no es la más alta gloria que la Shekhinah haya de venir en
su carroza real a buscar a los justos para llevarlos adentro del palacio del
Rey, su Padre, donde gozarán de los deleites eternos?
Cuando en el mundo
hay hombres justos, las bendiciones fluyen del cielo acá abajo en abundancia.
Cuando Abraham estaba sobre la tierra, esparcía bendiciones sobre toda ella, y
Dios le mostró que todos los habitantes de la tierra serían bendecidos en él.
Cuando Isaac estuvo sobre la tierra, hizo a los hombres conscientes de un Juez
sobre todas las cosas, quien dispensa justicia. Cuando Jacob estaba en el
mundo, atraía la misericordia de Dios acá abajo, a la tierra, y perfeccionó la
fe del hombre.
El rigor no puede
tener fuerza alguna en la generación que posee todavía hombres justos. Pero
cuando Dios siente que los perversos no pueden continuar impunes, saca a los
justos de enmedio de ellos. Y esto podemos compararlo al Rey que tiene un
hermoso jardín. Un día ve que está invadido de cizaña que arruina sus queridas plantas.
Pero debe dejar la cizaña por algún tiempo más, a fin de que las rosas que
crecen cerca de ella puedan alcanzar su plenitud de belleza y fragancia. Así, la
cizaña se salva por un poco de tiempo más. Pero cuando las rosas han alcanzado la
plenitud de su florescencia, el Rey dice: "Ahora trasladaré mis hermosas
rosas fuera de la proximidad de la grama nociva, luego podré arrancar la grama
y limpiar mi jardín. Lo mismo obra Dios con los justos cuando ha llegado el
tiempo para destruir a los perversos."
En tres cosas: el
espíritu, el alma y la vida de los sentidos, hallamos una fiel representación
de todo lo que sucede en los mundos superiores. Pues estas tres cosas no forman
sino un simple ser, donde todo está junto y unido. La vida de los sentidos no
posee por sí misma luz alguna, pero por esta misma razón está íntimamente
ligada con el cuerpo, del cual procura los placeres y el sostenimiento que
necesita. El principio animal es la sede del alma. Y por encima del alma se
eleva el espíritu, que la domina y derrama sobre ella la luz de la vida. El
alma se clarifica por medio de esta luz, y depende enteramente del espíritu.
Después de la muerte, el alma no puede hallar sosiego alguno, ni están abiertas
para ella las puertas del Paraíso, hasta que el espíritu ha ascendido a su
Fuente, para llenarse a sí mismo de Dios por toda la eternidad.
Y esto es el
resumen de todo: que todas las cosas de que el mundo se compone, lo mismo que
el alma y el cuerpo, volverán al principio y a la raíz de donde procedieron.
Pues Dios es el principio y El es el fin de todos los grados de la Creación. El
es el único Ser, a pesar de las innumerables formas de que está
revestido.
Las revelaciones
concernientes a la oración.
Habiéndose reunido los
discípulos a la hora de oración, se levantaron y volvieron sus caras hacia el
Este. Pero había uno entre ellos que llevaba el peso de la aflicción de su
corazón, y empezó a llorar amargamente. Su sentimiento penetró en toda la
asamblea, así que permanecieron en pie en un penoso silencio, que pesaba sobre
ellos, (...). Pero el Maestro les hizo seña de ocupar los lugares de costumbre
alrededor de él. Y al que estaba pesaroso, lo colocó a su lado y le consoló con
estas palabras:
Todas las puertas
del cielo están cerradas, excepto la Puerta de las Lágrimas. Los que guardan
las puertas del cielo las abren para admitir las lágrimas derramadas durante la
oración y colocadas delante del Santo Rey, puesto que Dios participa en las
penas del hombre. Los mundos superiores sienten hacia la región de lágrimas el
mismo deseo que el macho siente hacia la hembra. Cuando el Rey se acerca a la
Matrona y la halla triste, le concede todo lo que ella desea. Y cuando su
tristeza es la reflexión del hombre, Dios se compadece. ¡Feliz es el hombre que
llora mientras está orando! Cada una de las puertas del cielo se abren a la
oración: "¡Oh, Señor, abre Tú mis labios y mi boca declarará Tu
alabanza!" Es por medio de esta oración como nosotros obtenemos hijos, los
medios de existencia y hasta la misma vida.
Entonces el Maestro
continuó revelándoles el poder y la actividad de la oración. Y dijo: Hay
dos clases de oración: una es pura, y la otra es alta. La primera es la oración
del hombre pobre. La segunda es la oración de los justos. La primera es la del
hombre pobre que se entrega completamente a la adoración en oración, que no piensa en cosa alguna de sí mismo, que se abre como un pozo esperando a
llenarse con el Arroyo de la Bendición –el Amor de Dios fluyendo
abajo, dentro de él–, su oración es pura. Pero el hombre justo va todavía más
lejos. El se vuelve a sí mismo una fuente, un camino que conduce a los otros a
buscar el Arroyo de Bendición. Y el que se vuelve portador de
este divino contacto se llama El Hijo fiel.
En la oración hay
un múltiple motivo: la perfección del individuo, la restauración de los mundos
destruidos, la liberación del bueno del yugo del mal, la dominación de la
belleza sobre la fealdad, la sujeción de lo bajo y lo degenerado a lo alto y lo
noble. ¿Y qué es la oración? Es el momento en que vosotros sentáis a Dios en
vosotros mismos, en un rayo inesperado y revelador; cuando vosotros os volvéis
súbitamente conscientes de toda la majestad y la sublimidad de la vida
gobernante y la Naturaleza: entonces vosotros os halláis postrados delante de
la Suprema Grandeza. Casi inconscientemente, vuestros labios empiezan a
pronunciar oraciones a esta Suprema Grandeza. En este momento el hombre siente
que él es un esclavo ante un Gran Rey.
Aquel que bendice
al Santísimo atrae vida a este mundo, acá abajo, de la Fuente de la
Vida. Además, aquel que pronuncia la bendición recibe una parte de ella
para sí mismo, y aquel que dice Amén a ella es también bendecido al
mismo tiempo. Y la bendición se extiende por todos los mundos y hasta desciende
a las regiones inferiores, donde se anuncia así: "¡Aquí está el don
enviado al Santísimo por Fulano de Tal!" Un misterio supremo permanece
oculto en la bendición: "¡Bendito seas Tú, oh Señor, nuestro Dios!"
Puesto que designa la Fuente Suprema, que da luz a todos los mundos la Fuente cuyas aguas nunca cesan de fluir. En esta Fuente empieza lo que nosotros
llamamos el mundo futuro, y de este lugar fluyen bendiciones abajo, a todas las
regiones inferiores.
Durante su unión
con el Ser Supremo, los mundos sienten un gozo perfecto y supremo, los espíritus
imperfectos se vuelven perfectos, los espíritus hasta entonces privados de luz
esparcen una gran brillantez. Y esta unión es efectuada por la oración del
hombre. El que sabe cómo aproximarse a su Hacedor y efectuar esta unión será
feliz en este mundo y en el otro. Los que desean atraerse el Espíritu de todos
los Espíritus, el Alma de todas las Almas: los que desean que sus oraciones
lleguen directamente ante el Ser Supremo, doblarán su rodilla en adoración y se
postrarán con sus brazos extendidos y la cara tocando a la tierra. Y el que
sabe efectuar esta sagrada unión, por medio de la fuerza de su oración, es
capaz de aminorar o aún anular el castigo pronunciado contra el hombre, pues
entonces el duro decreto pronunciado contra el mundo cesa automáticamente de
tener efecto. Pues hasta el humo del sacrificio en los días antiguos subía al
cielo acompañado del canto de himnos de los Levitas, así se hace la elevación
de los espíritus de un lugar a otro, en el momento en que el hombre dirige sus
oraciones a la Suprema Luz. Entonces, todos los espíritus –las pequeñas luces–
son absorbidos en la Gran Luz y regados con las bendiciones que fluyen
eternamente del Santo de los Santos, ¡lo mismo que las aguas brotan de una
fuente imperecedera!
En el Séptimo
Palacio reside el Misterio de los Misterios: Quien está por encima de toda
comprensión y todo cálculo. Allí reside la Voluntad Eterna, que rige
todos los mundos, que tan sólo puede ser percibida por medio de actos que la
obedecen. En el momento de la Unión Suprema, todas las formas y todas las
imágenes existen tan sólo para permitir que la concepción del Pensamiento
Supremo aparezca en toda su pureza. En el Pensamiento Supremo permanece la
Voluntad. Así que el hombre, por medio de la oración, que lleva a la unión,
atrae la Suprema Voluntad abajo, a la tierra. Y un hombre que por medio del
poder de su oración, puede llevar a efecto la Unión Suprema, atrae abajo la
Suprema Voluntad y ayuda a todas las criaturas a calentarse en la misericordia
y amabilidad amorosa del Hacedor. El Cual obra en obediencia al requerimiento
de aquel que ora, y tal hombre es amado y temido por todas las criaturas.