En
este grabado todo está dispuesto de tal forma que
invita a la meditación y la contemplación. El orden sutil
que se percibe en este recinto, matemática y geométricamente
perfecto, refleja la armonía del mundo, que también está
sustentada en base a leyes numéricas y geométricas. El combate
contra los enemigos internos ha finalizado, dando lugar a la serena paz
y a la dulce embriaguez del misterio. El santo es aquí la imagen
misma del hombre completamente realizado que dialoga íntimamente
con Dios. Este espacio interior, análogo a la "cámara secreta
del corazón", está sin embargo protegido por un león
(animal solar y áureo), que con un ojo vigilante y otro cerrado
mantiene una actitud entre reposada y tensa, confiada y expectante, pudiendo
ver en ello un símbolo del equilibrio y complementariedad en que
finalmente se concilian las energías contrarias que desencadenaron
la regeneradora búsqueda del conocimiento.
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