El presente texto es parte del libro La Alquimia en el Bosco, Durero y otros pintores del Renacimiento, publicado por SYMBOLOS en su colección Tradición Universal: Arte y Literatura (Barcelona 1989), hoy agotado.
Antología de Textos Herméticos
CONCLUSION
JOSE ANTONIO BERTRAND

La relación entre las obras del Bosco, Durero, Parmigianino y los manieristas del gabinete de Francisco I de Médici no es arbitraria. Nuestro interés ha consistido principalmente en mostrar que todos estos artistas están aquí reunidos por la influencia que la alquimia ejerció sobre sus obras y sus vidas, si bien es cierto que el grado o intensidad de dicha influencia no fuese siempre el mismo y variara en cada uno de ellos. En el Bosco y Durero se ve claramente que la alquimia y la filosofía hermética en general, constituían la fuente de donde extraían los conocimientos que posteriormente plasmaban en su arte. Ya hemos señalado que el Bosco pertenecía, casi con toda seguridad, a la cofradía de los Homines lntelligentiae, descendiente en cierto modo de los Hermanos del Libre Espíritu, escuela esotérica heterodoxa de la cristiandad medieval; y hay que tener en cuenta este dato para comprender el sentido espiritual que se oculta en el arte del maestro holandés. A nuestro entender el aspecto humorístico, sarcástico, corrosivo y en ocasiones obsceno del tríptico «El Jardín de las delicias» es sólo aparente, y una forma -por otro lado característica de los iniciados de la época- de proteger bajo el velo de lo sensual aquello que en realidad éste cuadro encierra: un conocimiento iniciático y esotérico en el que el Ars magna constituye el eje medular y central.

Durero concibió su obra, influida por la magia natural, tal cual fue expuesta por Cornelio Agrippa en su obra De la filosofía oculta, libro éste de gran importancia para conocer el desarrollo de la alquimia renacentista. Igualmente sus viajes a Italia le dieron la oportunidad de contactos con el núcleo del hermetismo neoplatónico y cabalista cristiano que había sido impulsado por Marsilio Ficino y Pico de la Mirándola, principalmente. Su adhesión al movimiento de la Reforma (que nació como un intento de recuperar la pureza primigenia del mensaje evangélico) también se debe considerar como un factor importante que determinó el sentido de su obra. Si de esa obra nos hemos centrado más particularmente en el grabado de «La Melancolía» es por la riqueza de simbolismo alquímico que contiene, y asimismo porque de alguna manera representa una síntesis del pensamiento tradicional tal como se manifestó durante el Renacimiento. Por otro lado, también hemos visto que Alberto Durero había sido presumiblemente el maestro de una organización esotérica de tipo artesanal.

En cambio en el Parmigianino se observa una tendencia mística y religiosa, que caracterizó ciertas corrientes artísticas del Renacimiento, pero sin caer en lo meramente estético y sentimental, como otros pintores contemporáneos suyos. Con «La Virgen del cuello largo» el Parmigianino demuestra que conocía muy bien la teoría de los cuatro elementos y de la quintaesencia alquímica, a las que están vinculadas las ideas de proceso purificador y regeneración espiritual. Al parecer su vida fue un ejemplo del aspecto dramático que se esconde en algunas de las etapas de ese proceso.

En cuanto a los artistas que decoraron el gabinete de Francisco I, éstos denotan ya en su estilo el florido barroquismo que señala la decadencia del Renacimiento, cuando los conceptos emanados de la tradición hermético-alquímica, que sirvieron de modelo a las diversas artes, se dilatan y pierden poder en comunicar las ideas de orden cosmológico y metafísico. Da la impresión de que estos artistas ejecutan lo que ha sido ordenado por sus superiores, quizá sin entender ellos mismos, en toda su profundidad, el mensaje alquímico que transmiten con sus obras. Casi con toda seguridad las ideas fundamentales que se utilizan para la realización de este gabinete parten del mismo Francisco I, en tanto que Borghini se encarga de desarrollarlas y Vasari de dirigir los aspectos técnicos propios de la decoración. Sea como fuere, estos últimos manieristas representan la decadencia del espíritu tradicional en Occidente, y prefiguran el advenimiento en el siglo XVII de la filosofía racionalista y la ciencia experimental, uno de cuyos «profetas» será Descartes.

Sin embargo, estamos convencidos de que el espíritu que animó a los artistas que durante el Renacimiento participaron del mensaje alquímico no ha perecido. Sigue y seguirá estando presente adoptando otras formas de expresión, pues va dirigido al corazón del hombre, a su esencia donde coexisten inseparables la inteligencia y el amor, las dos cualidades más apreciadas desde siempre por los maestros herméticos, las cuales, personificadas por Mercurio y Venus, presiden cualquier obra creativa realizada según la perfección y belleza de su arquetipo celeste y eterno.

 

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