Moisés de León (1240-1305), cuyo nombre en hebreo es Moshe ben Shem Tov de León, escribió además del El Zohar muchas otras obras; citaremos aquí algunos de sus títulos: Or Zarou'a, "La luz sembrada"; Chocan Edout, "La rosa del testimonio"; Sefer ha-Rimon, "El libro de la Granada"; Nefech ha-Hakhama, "El alma inteligente"; Sefer ha-Michqal, "El libro de la balanza"; Chéquel ha Qodech, "El siclo del Santuario"; Michkan ha-Edout, "La residencia del testimonio"; Cha'ar Yessod ha-Merkaba, "El pórtico del fundamento del carro"; Maskiyot Kessef, "Los adornos de plata"; "Tratado sin título"; Che'elot ou-Techouvot, "Preguntas y respuestas"; Sod Esser Sefirot Belima, "El secreto de las diez sefiroth misteriosas" y una serie de textos pseudoepigráficos. Publicamos aquí dos breves fragmentos de esta extensa obra que es el Zohar, cumbre de la Cábala española. [Ver sobre ella: "La Cábala de Castilla: El Zohar", en Presencia Viva de la Cábala]
Antología de Textos Herméticos
EL ZOHAR
por MOISES DE LEON

EL PALACIO DEL AMOR Y LAS REVELACIONES CONCERNIENTES A LA ORACION

El Palacio del Amor.
En uno de los cielos más altos y más misteriosos hay un palacio conocido por el Palacio del Amor. En este palacio tiene lugar la promulgación de los misterios profundos. Aquí están reunidas las almas más amadas del Rey. Y aquí está el Rey de los cielos unido con sus amadas almas en el Beso de Amor. En este beso se encierra la unión del alma con la sustancia de la cual procede.

Dios anima cada parte del firmamento con un espíritu especial. Los santos espíritus, que son los mensajeros del Señor, descienden tan sólo por un grado; pero en las almas de los justos hay dos grados confundidos en uno. Por consiguiente, las almas de los justos ascienden más alto, y su rango es más elevado. Las almas de los justos son superiores a todos los poderes y a todos los que sirven en el mundo superior. Aunque su lugar es tan alto, abandonan, sin embargo, su fuente y vienen abajo, a la tierra. Nosotros podemos comparar esto a un rey que no tiene sino un hijo y lo envía a un país lejano para alimentarse, fortalecerse y hacerse sano. Y cuando esto ha sido cumplido envía a la reina, su madre, para traer a su hijo otra vez al hogar. Así también hace el Santo Rey con su hijo: el alma justa. Lo envía a este mundo, en donde puede fortalecerse e iniciarse, por medio del estudio, en los usos seguidos en el palacio del Rey. Entonces, cuando El oye que su hijo ha crecido y que ha llegado el tiempo de volverlo a traer al palacio, muestra su amor por él enviando a la Reina –la Shekhinah– a buscarlo. Y cuando esta alma deja la tierra es acompañada por la Reina, que la lleva al palacio, en donde ha de vivir eternamente. Y, no obstante, los habitantes de la tierra se ponen a llorar cuando el hijo deja la tierra, y va a reunirse con su Padre.

Pero si entre ellos hay un sabio, él les mostrará que no tienen motivo alguno para lamentarse. Deben recordar que Moisés dijo: "¡No tiréis de vuestro cabello ni lloréis por los muertos, pues vosotros sois los hijos del Señor, vuestro Dios!". Si los justos supieran lo que les espera, celebrarían con gozo el día en que deben dejar el mundo. ¿Y no es la más alta gloria que la Shekhinah haya de venir en su carroza real a buscar a los justos para llevarlos adentro del palacio del Rey, su Padre, donde gozarán de los deleites eternos?

Cuando en el mundo hay hombres justos, las bendiciones fluyen del cielo acá abajo en abundancia. Cuando Abraham estaba sobre la tierra, esparcía bendiciones sobre toda ella, y Dios le mostró que todos los habitantes de la tierra serían bendecidos en él. Cuando Isaac estuvo sobre la tierra, hizo a los hombres conscientes de un Juez sobre todas las cosas, quien dispensa justicia. Cuando Jacob estaba en el mundo, atraía la misericordia de Dios acá abajo, a la tierra, y perfeccionó la fe del hombre.

El rigor no puede tener fuerza alguna en la generación que posee todavía hombres justos. Pero cuando Dios siente que los perversos no pueden continuar impunes, saca a los justos de enmedio de ellos. Y esto podemos compararlo al Rey que tiene un hermoso jardín. Un día ve que está invadido de cizaña que arruina sus queridas plantas. Pero debe dejar la cizaña por algún tiempo más, a fin de que las rosas que crecen cerca de ella puedan alcanzar su plenitud de belleza y fragancia. Así, la cizaña se salva por un poco de tiempo más. Pero cuando las rosas han alcanzado la plenitud de su florescencia, el Rey dice: "Ahora trasladaré mis hermosas rosas fuera de la proximidad de la grama nociva, luego podré arrancar la grama y limpiar mi jardín. Lo mismo obra Dios con los justos cuando ha llegado el tiempo para destruir a los perversos."

En tres cosas: el espíritu, el alma y la vida de los sentidos, hallamos una fiel representación de todo lo que sucede en los mundos superiores. Pues estas tres cosas no forman sino un simple ser, donde todo está junto y unido. La vida de los sentidos no posee por sí misma luz alguna, pero por esta misma razón está íntimamente ligada con el cuerpo, del cual procura los placeres y el sostenimiento que necesita. El principio animal es la sede del alma. Y por encima del alma se eleva el espíritu, que la domina y derrama sobre ella la luz de la vida. El alma se clarifica por medio de esta luz, y depende enteramente del espíritu. Después de la muerte, el alma no puede hallar sosiego alguno, ni están abiertas para ella las puertas del Paraíso, hasta que el espíritu ha ascendido a su Fuente, para llenarse a sí mismo de Dios por toda la eternidad.

Y esto es el resumen de todo: que todas las cosas de que el mundo se compone, lo mismo que el alma y el cuerpo, volverán al principio y a la raíz de donde procedieron. Pues Dios es el principio y El es el fin de todos los grados de la Creación. El es el único Ser, a pesar de las innumerables formas de que está revestido.

Las revelaciones concernientes a la oración.
Habiéndose reunido los discípulos a la hora de oración, se levantaron y volvieron sus caras hacia el Este. Pero había uno entre ellos que llevaba el peso de la aflicción de su corazón, y empezó a llorar amargamente. Su sentimiento penetró en toda la asamblea, así que permanecieron en pie en un penoso silencio, que pesaba sobre ellos, (...). Pero el Maestro les hizo seña de ocupar los lugares de costumbre alrededor de él. Y al que estaba pesaroso, lo colocó a su lado y le consoló con estas palabras:

Todas las puertas del cielo están cerradas, excepto la Puerta de las Lágrimas. Los que guardan las puertas del cielo las abren para admitir las lágrimas derramadas durante la oración y colocadas delante del Santo Rey, puesto que Dios participa en las penas del hombre. Los mundos superiores sienten hacia la región de lágrimas el mismo deseo que el macho siente hacia la hembra. Cuando el Rey se acerca a la Matrona y la halla triste, le concede todo lo que ella desea. Y cuando su tristeza es la reflexión del hombre, Dios se compadece. ¡Feliz es el hombre que llora mientras está orando! Cada una de las puertas del cielo se abren a la oración: "¡Oh, Señor, abre Tú mis labios y mi boca declarará Tu alabanza!" Es por medio de esta oración como nosotros obtenemos hijos, los medios de existencia y hasta la misma vida.

Entonces el Maestro continuó revelándoles el poder y la actividad de la oración. Y dijo: Hay dos clases de oración: una es pura, y la otra es alta. La primera es la oración del hombre pobre. La segunda es la oración de los justos. La primera es la del hombre pobre que se entrega completamente a la adoración en oración, que no piensa en cosa alguna de sí mismo, que se abre como un pozo esperando a llenarse con el Arroyo de la Bendición –el Amor de Dios fluyendo abajo, dentro de él–, su oración es pura. Pero el hombre justo va todavía más lejos. El se vuelve a sí mismo una fuente, un camino que conduce a los otros a buscar el Arroyo de Bendición. Y el que se vuelve portador de este divino contacto se llama El Hijo fiel.

En la oración hay un múltiple motivo: la perfección del individuo, la restauración de los mundos destruidos, la liberación del bueno del yugo del mal, la dominación de la belleza sobre la fealdad, la sujeción de lo bajo y lo degenerado a lo alto y lo noble. ¿Y qué es la oración? Es el momento en que vosotros sentáis a Dios en vosotros mismos, en un rayo inesperado y revelador; cuando vosotros os volvéis súbitamente conscientes de toda la majestad y la sublimidad de la vida gobernante y la Naturaleza: entonces vosotros os halláis postrados delante de la Suprema Grandeza. Casi inconscientemente, vuestros labios empiezan a pronunciar oraciones a esta Suprema Grandeza. En este momento el hombre siente que él es un esclavo ante un Gran Rey.

Aquel que bendice al Santísimo atrae vida a este mundo, acá abajo, de la Fuente de la Vida. Además, aquel que pronuncia la bendición recibe una parte de ella para sí mismo, y aquel que dice Amén a ella es también bendecido al mismo tiempo. Y la bendición se extiende por todos los mundos y hasta desciende a las regiones inferiores, donde se anuncia así: "¡Aquí está el don enviado al Santísimo por Fulano de Tal!" Un misterio supremo permanece oculto en la bendición: "¡Bendito seas Tú, oh Señor, nuestro Dios!" Puesto que designa la Fuente Suprema, que da luz a todos los mundos la Fuente cuyas aguas nunca cesan de fluir. En esta Fuente empieza lo que nosotros llamamos el mundo futuro, y de este lugar fluyen bendiciones abajo, a todas las regiones inferiores.

Durante su unión con el Ser Supremo, los mundos sienten un gozo perfecto y supremo, los espíritus imperfectos se vuelven perfectos, los espíritus hasta entonces privados de luz esparcen una gran brillantez. Y esta unión es efectuada por la oración del hombre. El que sabe cómo aproximarse a su Hacedor y efectuar esta unión será feliz en este mundo y en el otro. Los que desean atraerse el Espíritu de todos los Espíritus, el Alma de todas las Almas: los que desean que sus oraciones lleguen directamente ante el Ser Supremo, doblarán su rodilla en adoración y se postrarán con sus brazos extendidos y la cara tocando a la tierra. Y el que sabe efectuar esta sagrada unión, por medio de la fuerza de su oración, es capaz de aminorar o aún anular el castigo pronunciado contra el hombre, pues entonces el duro decreto pronunciado contra el mundo cesa automáticamente de tener efecto. Pues hasta el humo del sacrificio en los días antiguos subía al cielo acompañado del canto de himnos de los Levitas, así se hace la elevación de los espíritus de un lugar a otro, en el momento en que el hombre dirige sus oraciones a la Suprema Luz. Entonces, todos los espíritus –las pequeñas luces– son absorbidos en la Gran Luz y regados con las bendiciones que fluyen eternamente del Santo de los Santos, ¡lo mismo que las aguas brotan de una fuente imperecedera!

En el Séptimo Palacio reside el Misterio de los Misterios: Quien está por encima de toda comprensión y todo cálculo. Allí reside la Voluntad Eterna, que rige todos los mundos, que tan sólo puede ser percibida por medio de actos que la obedecen. En el momento de la Unión Suprema, todas las formas y todas las imágenes existen tan sólo para permitir que la concepción del Pensamiento Supremo aparezca en toda su pureza. En el Pensamiento Supremo permanece la Voluntad. Así que el hombre, por medio de la oración, que lleva a la unión, atrae la Suprema Voluntad abajo, a la tierra. Y un hombre que por medio del poder de su oración, puede llevar a efecto la Unión Suprema, atrae abajo la Suprema Voluntad y ayuda a todas las criaturas a calentarse en la misericordia y amabilidad amorosa del Hacedor. El Cual obra en obediencia al requerimiento de aquel que ora, y tal hombre es amado y temido por todas las criaturas.

 

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