Marcel Granet (1884-1940) no fue un autor esotérico, sino un académico sociólogo y sinólogo, profesor en la Escuelas francesas de Altos Estudios y de Lenguas Orientales; no obstante el valor de su trabajo en La Pensée chinoise (1934; Albin Michel, París 1968) radica en la fidelidad de los datos presentes en el libro que permiten acercarse a la cosmovisión tradicional china, especialmente a través de los Números, y más allá de las interpretaciones sociológicas del autor que en esta selección ocupan poco lugar (ver aquí las notas 1 y 2 del traductor con los comentarios de R. Guénon). Los demás textos de su mano citados en este amplio fragmento son: La vie et la mort: croyances et doctrines de l'antiquité chinoise (artículo), Danses et Légendes de la Chine ancienne (Alcan, París 1926, 2 vol.), Fêtes et chansons anciennes de la Chine (Leroux, París 1929), todos ellos descargables de internet (en francés) desde la siguientebiblioteca, en la que también se encuentran varios textos clásicos chinos aquí citados.
Antología de Textos Herméticos

EL PENSAMIENTO CHINO
LIBRO SEGUNDO: LAS IDEAS DIRECTRICES
CAPITULO III: LOS NUMEROS
(FRAGMENTO) 1, 2

MARCEL GRANET
1ª Parte

La idea de cantidad no juega en lo que cabe papel alguno en las especulaciones filosóficas de los Chinos. Los Números, no obstante, interesan apasionadamente a los Sabios de la antigua China3. Mas, –cualesquiera que hayan podido ser los conocimientos aritméticos o geométricos4 de ciertas corporaciones (agrimensores, carpinteros, arquitectos, carreteros, músicos…),– ningún Sabio ha aceptado utilizarlos, si no es en la medida en que, sin forzar nunca las operaciones cuyo resultado no se pudo gobernar, este saber facilitaba los juegos numéricos. Cada uno se proponía manipular los Números como manejaba los Emblemas: y, para los Chinos, en efecto, los Números son notables, como Emblemas, por una polivalencia propicia a las manipulaciones eficientes.

Sabiendo, por ejemplo (y deseando, ante todo, justificar este conocimiento ligándolo a un saber conjunto), que, para la especie humana, la vida embrionaria dura 10 meses5, un filósofo6 razonaba así: "(El) Cielo (vale) 1; (la) Tierra (vale) 2; el Hombre (vale) 3; 3 (veces) 3 (hacen) 9; 9 (veces) 9 (hacen) 81 [= (ochenta y) 1]; 1 rige el Sol; el número del Sol es [1 (decena) =] 10; el Sol rige al Hombre; es por lo que (todo) hombre nace al 10 mes (de la gestación)7." Y el sabio proseguía, enseñándonos [ya que 9 x 8 hacen (setenta y) 2] que el caballo, regido por la Luna que vale 2, necesita –hay [2 (+ una decena) =] 12 lunaciones812 meses de gestación. Después (y simplemente continuando a multiplicar 9 por 7, 6, 5, etc.)9, mostraba que las perras están preñadas [9 x 7 = (sesenta y) 3] 3 meses; las truchas [9 x 6 = (cincuenta y) 4] 4 meses; las monas [9 x 5 = (cuarenta y) 5] 5 meses; las ciervas [9 x 4 = (treinta y) 6] 6 meses; las tigresas [9 x 3 = (veinte y) 7] 7 meses…, de donde se puede ver: por una parte, que una equivalencia simbólica compara 81 con 10, pero también 72 con 12, mientras que 63 o 54 significan 3 o 4; y, por otra parte, que 2 (intercambiable con 12 o 72) rige la Luna y (vale) la Tierra, mientras que 10 (intercambiable con 1 y 81, que él mismo equivale a 9 y a 3) rige el Sol (valiendo) el Cielo10.

Un símbolo numérico gobierna a todo un lote de realidades y de emblemas; pero, en nombre de este mismo lote, pueden ser ligados diversos números, que se considera, en ese caso, como equivalentes. Junto a un valor cuantitativo que los distingue, pero que se tiende a descuidar, los Números poseen un valor simbólico mucho más interesante, ya que, al no ofrecer ninguna resistencia al genio que opera con ellos, les deja prestarse a una especie de alquimia. Los Números son susceptibles de mutaciones. Lo son en razón de la eficiencia múltiple de la que parecen dotados y que deriva de su función principal; sirven y valen en tanto que Rúbricas emblemáticas.

Los Números permiten clasificar las cosas, mas no a la manera de simples números de orden, –como tampoco, por lo demás, definiendo cuantitativamente colecciones. Los Chinos no se preocupan ni de atribuir un rango que no sea más que un rango, ni de establecer un recuento desde el punto de vista exclusivo de la cantidad. Se sirven de los Números para expresar las cualidades de ciertas agrupaciones o para indicar una ordenación jerárquica. Además de su función clasificadora y ligada a ella, los Números tienen una función protocolar.

I. Números, signos cíclicos, elementos
La distinción entre un empleo cardinal, ordinal o distributivo de los Números no presenta para los Chinos un interés esencial. Se emplean los Números para clasificar porque pueden servir para situar y para representar concretamente. Son emblemas. Se les atribuye ante todo un verdadero poder descriptivo.

*
*   *

Para describir numéricamente, los Chinos disponen de tres series de signos: una denaria, otra duodenaria11, la tercera decimal. Se califica, en efecto, de Números (chou), a los signos de estas tres series, indistintamente.

Los números de las series denaria y duodenaria están representados mediante símbolos a los que raramente se contempla sin prestarles un valor de imágenes.

Jen (uno de los términos de la serie de diez) sugiere a Sseu-ma Ts'ien la idea de una carga (jen)12; este signo muestra las diez mil especies de seres en el momento en que son llevados y alimentados en los bajos fondos del Mundo. El Chouo wen, por su parte, reconoce en jen la representación de una mujer encinta (jen), que lleva su carga, que alimenta a un embrión. Así mismo, según el Chouo wen, tch'en (de la serie de doce) señala la sacudida (tchen) que produce el Trueno; muestra, dice Sseu-ma Ts'ien, (a las hembras) de las diez mil especies que acaban de concebir (tchen)13. Estas son imágenes complementarias, ya que otro signo (pronunciado tchen él también) evoca indiferentemente a la mujer que la fecundación emite o a la Tierra que sacude el Trueno14.

Los valores atribuidos a estas imágenes son notables: ellas hacen aparecer una íntima concordancia entre los ademanes de la Naturaleza y los comportamientos humanos. Se puede adivinar que en razón de esto pueden ser utilizadas como señales del calendario. Estas, como es natural, comportan una indicación topográfica.

Tch'en, en efecto, es el emblema del E-S-E así como del tercer mes de primavera; es únicamente una vez que ha pasado el equinoccio cuando los primeros retumbos del Trueno deben dejarse escuchar. El Trueno, entonces, abriendo y sacudiendo el suelo, se evade del retiro subterráneo en el que el invierno lo ha confinado: los hombres, en adelante, podrán abrir la tierra y removerla mediante fructuosas labores; pero, si ella no quiere que apenas fecundada, su fruto se le escape y muera, toda mujer deberá retirarse tan pronto como se haya escuchado la señal del Trueno o la orden que repite un batiente de madera golpeando una campana15. Así mismo, emblema del pleno Norte y del solsticio de invierno, jen preside el nacimiento del Yang –indicado en el ciclo duodenario mediante el signo tseu (cuyo sentido es "niño") que enmarcan jen y kouei del ciclo denario. Mientras que jen significa "gestación", kouei representa las Aguas que, de los cuatro Orientes, penetran en el seno de la Tierra. Esta se abre a ellas hacia el polo Norte; kouei designa también, marcando sus lugares, a los humores fecundos que permiten a las mujeres concebir y alimentar su carga: los tiempos propicios para la concepción son a mediados de invierno así como a medianoche, y el pleno norte es el oriente favorable16.

Los signos de las series denaria y duodenaria suscitan agrupaciones de imágenes (que no tienen nada de arbitrario, ya que en su enlace se expresa el vínculo que une de hecho a su marco natural tal o cual categoría de usos). Estos símbolos, –a los que se considera como números,– sirven pues de rúbricas a conjuntos concretos a los que parecen especificar por el solo hecho de que los sitúan en el Tiempo y el Espacio.

El Mundo es un universo cerrado; como él, el Espacio y el Tiempo son finitos. También el número de signos numéricos destinados como etiquetas a los sectores del Espacio-Tiempo es finito. Cada uno de ellos corresponde a un lugar del Tiempo así como a un suceso espacial, y se ordenan, orientados, en forma de ciclo.

Mientras que los números del ciclo duodenario están dispuestos, uno por uno, en el contorno de un círculo, los números del ciclo denario están agrupados en cinco binomios, cuatro parejas que marcan los puntos de una cruz y la quinta el centro. Como esta ordenación indica, la concepción de un ciclo de diez etiquetas numéricas está ligada a un sistema de clasificación por 5: conocida es la importancia de este sistema que completa, oponiéndose a él, a un sistema de clasificación por 617. Ahora bien, la disposición en cruz supone una representación de la escuadra y del cuadrado18. A la escuadra y al cuadrado se les tiene como significativos del Espacio y del orden terrestre. Por otra parte, 2 (par) es, como se verá enseguida, el emblema de la Tierra y del cuadrado (al menos cuando se contempla el perímetro sin pensar en el centro); 3 (impar) es, en cambio, el símbolo del Cielo y de lo redondo (o, más bien, de la semicircunferencia que, inscrita en un cuadrado de lado 2, tiene 2 por diámetro). De hecho, el Cielo (macho, yang, 3, impar) tiene por Número 6 [= 3 x 2], mientras que la Tierra (hembra, yin, 2, par) tiene por número 5 [= (2 + 2) + 1], ya que, si se piensa en una cruz, no se puede descuidar el centro: así, desde el momento que se les ha asignado un símbolo numérico, la Tierra y el Cielo (hembra y macho) resultan haber cambiado sus atributos (par e impar). Hecho simétrico, los signos denarios (kan), dispuestos en cruz, son, sin embargo, calificados de celestes (t'ien kan: troncos celestes), mientras que se califica de terrestres (ti tche: ramas terrestres) a los signos duodenarios (tche), ordenados en círculo. Esta inversión significativa atestigua la interdependencia de los dos ciclos. Hay motivo para suponer que, ligada a la clasificación por 6, la concepción de un ciclo duodenario se refiere a las representaciones de Cielo y de Tiempo, de la misma manera que, solidaria de la clasificación por 5, la concepción de un ciclo denario deriva de las representaciones de Tierra y de Espacio. Mas, entre el Espacio y el Tiempo, el Cielo y la Tierra, no se concibe ninguna independencia, y la ligazón de los dos ciclos no tiene menos importancia que su oposición. Uno y otro representan el conjunto de los lugares y de las ocasiones que cada uno de ellos permite disponer en un orden tal que conviene a la Tierra y se impone al Cielo, o que, significativo del Cielo, rige la Tierra19.

Mientras que los signos denarios o duodenarios presiden, a título de rúbricas, diferentes lotes de realidades que sus situaciones en el Espacio y el Tiempo bastan para identificar, los ciclos constituidos por estos signos evocan dos modos complementarios de repartición geométrica. Estos corresponden a dos análisis numéricos destinados solidariamente a revelar la composición del total ordenado que forma el Universo.

Es en virtud de su poder descriptivo (y porque, sugiriendo composiciones y disposiciones, pueden indicar reparticiones y situaciones) que los diferentes signos cíclicos poseen la eficacia característica de los Números, merecen el nombre de éstos y, por consiguiente, se emparientan con los símbolos de la serie decimal.

Para que el Universo se presente como un conjunto ordenado, es necesario y suficiente que un Calendario promulgado regente, en un Mundo renovado, una Era nueva. El Mundo es recreado de nuevo tan pronto como un Jefe digno de ejercer una misión civilizadora ha merecido que se le "confíe los Números del Calendario del Cielo (T'ien tche li chou)20". Inversamente, el Universo se descompone cuando una Virtud decadente hace perder su orden a los Números del Calendario (li chou)21. "Los Números (chou) a los que hacen alusión estas fórmulas consagradas son símbolos que pasan por señalar situaciones (ts'eu)22 repartidas en el Tiempo (así como en el Espacio): ellos no difieren, al menos en cuanto a su objeto, de los signos de los ciclos denario y duodenario. Precisamente los segundos de estos signos han sido destinados a la notación de las horas y los primeros a la designación de los días23. Pero se emplean también en combinación. Se dispone a veces los signos de las dos series de manera que formen una rosa de 24 vientos que corresponde a 24 medios-meses de quince días24. Se los ha utilizado sobre todo combinándolos de dos en dos de manera que constituyan un ciclo de 60 binomios, siendo empleados 6 veces los caracteres de la serie denaria (primeros términos de cada binomio) y 5 veces aquellos de la serie duodenaria (segundos términos)25. Estas parejas numéricas sirvieron, muy antiguamente, para identificar los días, después, más recientemente, los años, los meses y las horas. Desde ese momento, ha sido posible, mediante cuatro binomios del ciclo sexagenario, caracterizar con extrema precisión las situaciones temporales (y espaciales). Sabido es que los ocho caracteres [Pa tseu (los cuatro binomios cíclicos)] que sitúan el nacimiento de los individuos deben, hoy día, ser examinados antes de cualquier casamiento, –se sabe también que el principio de toda regla de elección, en caso de matrimonio, es la exogamia del nombre26. El uso de los Pa tseu (notable por su persistencia) no remonta a la más alta antigüedad27, pero recuerda dos usos que cuentan entre los que se atestiguan como más antiguos. Por una parte, el Yi li ordena al novio preguntar el nombre personal (ming) de la futura, a fin, se dice, de poder consultar la suerte y no arriesgarse a contravenir la regla de exogamia28. Por otra parte, bajo la dinastía de los Yin29, el nombre personal era escogido entre los signos de la serie denaria: el emblema del día del nacimiento servía de emblema individual. Por el sólo hecho de que sitúan a los seres (wou), los signos cíclicos los identifican: de la misma manera que lo hacen los nombres, ellos definen las individualidades, las esencias (wou).

Suponed que se produce una aparición divina y que haya que determinar (como en el caso de un nacimiento), de manera a poderla propiciar sin error sacrílego, la personalidad que acaba de revelarse; el problema parece susceptible de dos soluciones, en el fondo indistintas: descubrir el nombre del genio que se ha manifestado o fijar el lugar de la manifestación. Poseemos, para un caso de este tipo, un doble relato30. Se nos dice, por una parte, que el Analista encargado de la identificación reconoció que se trataba de Tan-tchou: tal era el nombre del hijo de Yao el Soberano, antepasado de la familia Li. Era pues a la familia Li a la que incumbía ofrecer el sacrificio [y las ofrendas: estas últimas no son agradables más que si, en virtud del dominio y de la cocina de las que provienen, resultan de una especie simbólica (lei) a la cual su destinatario pertenece también]31. En el otro relato, en el que se ha juzgado inútil dar el nombre del genio aparecido, el Analista, después de haber enunciado el principio, "Es necesario ofrendar (le) empleando su esencia (wou)", precisa añadiendo: "¡El día de su aparición, he ahí, en verdad, su esencia!". Una vez determinado el signo cíclico que sitúa la manifestación a propiciar, la naturaleza de las ofrendas, que deben pertenecer al mismo sector del mundo, se halla fijada [y al mismo tiempo, aparentemente, la del que sacrifica, ya que una y otra dependen de una misma especie (lei)].

Hay, se ve, equivalencia entre una especie (lei) o una esencia (wou), es decir un nombre (ming), y un lugar o un sector del Espacio-Tiempo. Pero resulta además que los signos cíclicos que evocan las especies y los sectores, los lugares y las esencias, –y que tienen el valor de un nombre, de una denominación, – sugieren a la vez representaciones directamente numéricas. Basta que se pueda decir de una aparición que se refiere a un lugar kia yi (primer binomio denario) para que se conozca inmediatamente que las ceremonias deberán hacerse (esto va a determinar la elección de las víctimas, los colores, etc.) bajo el signo del Este-Primavera, sector al cual este binomio sirve de etiqueta32. Pero se sabe también que toda la ordenanza de la liturgia (dimensiones protocolares, duraciones, cantidades…) deberá ser ordenada por el número 833. Dicho de otra manera, a situaciones caracterizadas por la etiqueta kia yi corresponden obligatoriamente arreglos regidos por el clasificador 8; 8 y kia yi siendo contemplados conjuntamente bajo el aspecto de rúbricas numéricas. Indicando [reveladora de una esencia determinada] una localización específica que se refiere a un dispositivo de conjunto que implica una composición definida, la etiqueta numérica (tomada de las series cíclicas) evoca un lote de emblemas que caracteriza, por otra parte, un modo definido de composición: éste está señalado mediante un número-maestro (tomado de la serie decimal). Este número-maestro tiene el papel de un clasificador y sabe imponer representaciones (geométricas o rítmicas) significativas de tal situación y de tal esencia emblemáticas.

Es así, Sseu-ma Ts'ien nos lo enseña, cómo a un lugar S-S-E, señalado mediante el signo duodenario sseu (el cual expresa la perfección del Yang), corresponde el número 7 (ya que, dice el historiador, los números yang alcanzan su perfección en 7): también la constelación característica de este lugar se presenta formada por 7 (ts'i) astros y se llama Ts'i sing: las Siete-Estrellas34. Igualmente, si el desarrollo masculino está rimado por el número 8, el desarrollo femenino por el número 7, es porque, se nos afirma, los LUGARES de los nacimientos masculinos o femeninos son respectivamente "los NUMEROS" (del ciclo duodenario) yin (E.-N.-E. = 8) y chen (S.-S.-O. = 7)35.

Los signos duodenarios y denarios no sirven para establecer recuentos y no se los emplea tampoco para indicar, como números de orden, una rango abstracto: merecen el nombre de números (lo mismo que los signos de la serie decimal) porque sirven de emblemas a situaciones específicas a las que representan concretamente. Cada uno de ellos puede evocar, –en su sitio dentro de una organización de conjunto (que caracteriza un cierto modo de divisiones en sectores singularizados),– una agrupación local cuya esencia (wou) se traduce en una organización (de naturaleza rítmica o geométrica) especificada, también ella, por un divisor característico.

*
*   *

Los Chinos han dado el nombre de Números a signos cíclicos concebidos no para designar rangos sino lugares, y capaces de evocar ordenaciones más bien que totales. Para contar y numerar, disponen de otro sistema de símbolos que constituyen una serie decimal dispuesta linealmente (1, 2, 3… 11, 12… 101…). Los números de esta tercera serie están sin embargo considerados como emblemas, notables, tanto como los otros, por su poder descriptivo. Ellos también reflejan imágenes, y, en las representaciones que sugieren, las ideas de suma y de unidad tienen menos importancia que una especie de análisis concreto enfocado a especificar el tipo de división o de organización que parece convenir a tal o cual agrupación.

Aun cuando parecen servir para numerar y contar, los números de la serie decimal son empleados para representar modalidades concretas de ordenaciones. Un pasaje del Tso tchouan36 puede ayudar a comprender esto: en él aparece claramente la indiferencia por distinguir una función cardinal y una función ordinal de los números.

Este pasaje, particularmente instructivo, tiende, mediante la simple enumeración de una serie de tipos de clasificaciones, a sugerir la idea de una progresión rítmica. Está insertado dentro de un desarrollo sobre la armonía (ho), en el cual se quiere poner de manifiesto las correspondencias íntimas que unen los sabores y los sonidos, el alimento y la música: en suma, lo que llamaríamos la substancia y el ritmo37. Todo es armonía, es decir dosificación, y las diferentes dosificaciones no son sino una misma armonía cuyas modalidades, por orden de complejidad creciente, se expresan mediante una serie de símbolos numéricos. Estos emblemas rigen una clasificación por categorías, representando la disposición interna que conviene a cada una de las realizaciones (totales cada vez y cada vez específicas) de la armonía universal.

Esto se expresa con ayuda de nueve palabras precedidas, cada una, de uno de los nueve primeros números. No se puede traducir ni por: "1 el soplo… 9 los cantos" ni por "1 (es) el soplo… 9 (son) los cantos". Hay que entender: "1 (= Único y en primer lugar es el) Soplo (k'i). 2 (= Dos y en segundo lugar son los) Conjuntos [(ti) que forman, enfrentándose como el Yang y el Yin (pareja antitética), las danzas civiles y militares; estas danzas corresponden ya sea al Verano (Sur), ya sea al Invierno (Norte) (oposición simple)]. 3 (= Tres y en tercer lugar son los) Modos [poéticos (lei) los cuales, repartidos entre los señores, el rey-soberano y los dioses, se ordenan jerárquicamente (sobre una línea centrada); situado entre los dioses y los feudatarios, el soberano ocupa una situación intermedia y eminente a la vez: central]. 4 (= Cuatro y en cuarto lugar son los) Emblemas [de danza (wou), ya que los cuatro Orientes (disposición en cuadrado, significativa de la forma propia al Espacio y a la Tierra) suministran, con los danzantes y sus insignias, los cuatro tipos de danzas]. 5 (= Cinco y en quinto lugar son los) Sonidos [primordiales (cheng): esencia de la música, los sonidos recurren al clasificador 5 (emblema del Centro) y merecen ocupar en la progresión (entre 1 y 9) el lugar central; destinados a las cuatro estaciones-orientes y al Centro, permiten clasificar el conjunto de cosas de la música en el Espacio-Tiempo (disposición en cruz)]. 6 (= Seis y en sexto lugar son los) Tubos [musicales (liu) o, más bien, las seis parejas de tubos musicales (6 tubos yin que doblan a los 6 tubos yang): ellos doce, recuerdan los doce meses y realizan la distribución de la armonía en el Tiempo (simétricamente a los cuatro Emblemas que la realizan en el Espacio) (ordenación en hexágono –o dodecágono– evocando el Tiempo, el Cielo, lo redondo)]. 7 (= Siete y en séptimo lugar, son las) Notas [de la escala (yin) que representan ya sea el total de las Influencias ejercidas por los Siete Rectores astronómicos, ya sea una semana de siete días. Siete (como cinco) da la idea de un total centrado, a saber: ya sea (6 + 1) un hexágono (= círculo) contemplado con su centro, ya sea (4 + 3) un cuadrado (4) dispuesto alrededor de un eje perpendicular (3) que marca lo Alto (Zenit), lo Bajo (Nadir) y el Centro del mundo]. 8 (= Ocho y en octavo lugar son los) Vientos [(fong), que corresponden, así como a ocho instrumentos de materia diferente (los timbres entran en consideración después de los intervalos), a las ocho regiones concretas del Espacio, a saber los ocho cuadrados exteriores de la extensión (cuadrado y subdividido en nueve cuadrados)]. 9 (= Nueve y en noveno lugar son los) Cantos [(ko), es decir la música y la danza en sus manifestaciones más sensibles; bailarines y músicos en pleno trabajo evocan las nueve actividades (todas las actividades reales); el conjunto de las realizaciones (kong) hechas posibles por una actividad ordenada, completamente jerarquizada, ocupa todo el espacio concreto (8) más su centro ideal (1); este conjunto está representado por tres líneas que, centradas y jerarquizadas, valen cada una tres y componen juntas la figura de un cuadrado subdividido en nueve y presidido, si puedo decir, en su centro, por un cuadrado-maestro (dominio del Jefe)].

El Soplo está situado al comienzo de la progresión, porque se ve en él al elemento único y primero, simple y total, del ritmo, y los Nueve Cantos la terminan, ya que marcan la realización expandida y suprema, última y completa, de todo lo que el ritmo contiene en sí. ¿Se quiere mostrar cómo se constituyen las realidades (de todo orden) y cómo se agrupan? ¿Se quiere, para señalar concretamente su rango, su esencia, revelar la manera típica de la que ellas están constituidas? Basta indicar que las cosas de la música se ordenan en categorías bajo emblemas tomados a la serie de los Números. Estas etiquetas numéricas no solamente marcan los lugares en la progresión, sino que determinan también la composición y la figura que distingue cada categoría: lo que, por ejemplo, se produce y se ordena en cuarto lugar, se dispone en cuadrado y se presenta por 4, constituyendo una agrupación de realidades cuya esencia es de ser cuarta y cuádruple a la vez.

El orden ontológico y el orden lógico se traducen juntos en imágenes rítmicas y geométricas. Se confunden tan bien que parece posible clasificar y caracterizar por medio de expresiones numéricas. En virtud de su poder descriptivo, los Números, índices de un análisis concreto, están destinados, a título de clasificadores, a identificar agrupaciones reales. Ellos pueden servir de rúbricas, ya que son significativos de los diversos tipos de organización que se imponen a las cosas cuando ellas se realizan en su rango en el Universo.

El mundo es un universo cerrado. Destinados a designar lugares, los signos cíclicos evocan ordenaciones. Simétricamente, los números de la serie decimal parecen destinados a especificar las disposiciones, pero se les confiere también el poder de representar lugares.

Prácticamente indefinida, la serie decimal parece disponerse linealmente. De hecho, cuando se quiere dar la sensación de una progresión, se utiliza aparentemente los números en su serie lineal. Pero, se acaba de ver, entre el principio y el fin de la progresión, no se imagina otra distancia que la que separa un total, contemplado ante todo únicamente en su unidad, de un conjunto susceptible de análisis, pero considerado siempre como completo. Para dar idea de una progresión semejante, esencialmente estática, si puedo decir, e imaginada con la intención de repartir entre categorías jerarquizadas los aspectos significativos de un universo finito, no hay ninguna razón de recurrir a los números poniendo de manifiesto que pueden formar una serie ilimitada: se preferirá representárselos componiendo un conjunto de series finitas –que una de ellas, la de las unidades simples, puede enteramente representar.

Imagen de la progresión de los números, a la primera decena se le atribuye desde ese momento el carácter de un ciclo: de donde la posibilidad de emparentar a estos símbolos con los símbolos cíclicos, –sobre todo con los del ciclo denario. Los simples signos cíclicos, sin embargo, son los emblemas de agrupaciones de las cuales fijan los lugares sin buscar (en principio) indicar su jerarquía. Por el hecho de que apuntan una progresión, los primeros números, al contrario, cuando sirven de rúbricas a categorías, permiten imaginar un orden jerárquico. Ahora bien, la idea de jerarquía se traduce en el pensamiento de los Chinos mediante la representación realista de un centro. Situado en medio de los nueve primeros números, 5 se impone como el símbolo del centro.

Desde el momento que a 5 se le ha atribuido el Centro, los signos vecinos, escapando a su formación lineal, se reparten en el Espacio y revisten a su vez atribuciones espaciales. Por consiguiente, si parecen ante todo aptos para caracterizar lugares a modo de emblemas cíclicos, los símbolos de la serie decimal pueden también, como se verá enseguida, ser requeridos para representar, con respecto a un conjunto centrado, el ajuste de los diferentes sectores: –ellos componen entonces una especie de imagen en la cual la ordenación del mundo se halla representada numéricamente.

El pasaje del Tso tchouan que se acaba de analizar ha mostrado que los 5 sonidos primordiales, esencia del ritmo, tienen derecho a un lugar central quien les otorga o que les otorga el clasificador 5. El mismo tema se encuentra, ilustrado de manera más significativa aún, en un documento venerable.

El Hong fan38, pequeño tratado que se considera comúnmente como el ensayo más antiguo de la filosofía china, tiene por tema el conjunto de fórmulas que un Soberano digno de este nombre debe conocer. Esta suma de sabiduría está expuesta en 9 puntos –cada sección estando numerada o, más bien, caracterizada por un número.

Se ha escrito39 que no existía ninguna relación entre los números destinados a las secciones del Hong fan y las ideas que se ven expresadas en él. Si esta relación escapa, en efecto, en la mayoría de los casos, se pone de manifiesto en la séptima rúbrica. Ella está dedicada a las cosas de la adivinación. 7 debe clasificarlas, ya que 7 las rige: los adivinos, para practicar su arte, manejan 49 (= 7 x 7) varitas mágicas y consideran (dice el propio Hong fan) 7 categorías de índices. — Pero la quinta sección es más interesante aún. Se habla aquí de "la más alta perfección del Soberano (Houang ki)"40. El Soberano, sabido es, es la Fortuna del país. Se nos dice también que él debe, en su Capital, trabajar para recoger y después para difundir sobre el conjunto de los fieles la totalidad de la Dicha. Tiene pues derecho, él y "su perfección", a la rúbrica central. Esta es la que rige el clasificador 5, y, en efecto, la felicidad total que el jefe dispensa y posee se reparte en 5 Dichas.

La etiqueta numérica, en este caso también, es otra cosa que un simple número, pero, además, sucede que la concepción de un orden expresado mediante clasificadores numéricos lleva consigo la representación de un dispositivo espacial.

Tal era, por lo demás, la idea que inspiraba a los interpretes antiguos cuando explicaban el Hong fan en su conjunto, y también cuando explicaban la primera sección de éste, aquella en la que son enumerados los 5 Elementos.

Veían en el Hong fan una especie de meditación sobre la estructura del Universo, de la que un Sabio podía sacar los principios que están al mando de toda Política. Como consecuencia de un prejuicio estrechamente racionalista, los modernos se niegan a no ver en la ciencia de los Antiguos Sabios más que la simple sensatez. No quieren descubrir en el Hong fan más que una serie, –más o menos bien ordenada,– de consejos provechosos, de informaciones útiles. ¿Cómo admitirían que el autor del tratado, coordinando viejos sistemas de clasificación, haya podido tener la idea de poner de manifiesto la organización del Universo mediante los Números y las disposiciones de los Números41? Rechazan pues las tradiciones y, para empezar, o bien no conceden más que un pequeño interés a la mención de los 5 Elementos situada en cabeza del Hong fan, o bien hasta se esfuerzan pretendiendo que ha sido interpolada42. Pero, por una parte, la situación es significativa, y, por otra parte, no hay al respecto ningún derecho a desatender las indicaciones dadas en el diálogo que sirve de introducción al tratado43: "¡Ah! ¡es de manera misteriosa que el Cielo fija a los hombres de aquí abajo los dominios en los que unos y otros vivirán en armonía! ¡Y yo no sé nada del orden que rige las relaciones regulares (de los seres)!" –"Antiguamente Kouen obstaculizó las Grandes Aguas y arrojó la confusión sobre los 5 Elementos; al no habérsele entregado al Soberano, que temblaba de cólera, las 9 Secciones del Hong fan, las relaciones regulares (de los seres) se pervirtieron. Pero Kouen pereció ejecutado en las Gradas del Mundo y Yu accedió al poder. El Cielo, entonces, entregó a Yu las 9 Secciones del Hong fan y las relaciones regulares de los seres volvieron a encontrar su orden." ¿No se hace necesario comparar este pasaje con las viejas fórmulas que indican que a los Héroes civilizadores se les confía "los Números del Calendario del Cielo" a los que una Virtud decadente puede hacer "perder su orden"? Se ha visto que los "Números del Calendario" no parecen diferir apenas de los signos cíclicos: como estos últimos, ellos representan lugares.

El diálogo que abre el Hong fan expresa ciertamente la idea de que la ordenación del Universo implica una repartición de las cosas y de los hombres, –la cual puede traducirse tanto por una ordenación en 9 Rúbricas como por una distribución en 5 Elementos.

A los 5 Elementos está destinada la Rúbrica 1. No olvidemos que (1) la unidad simple no difiere de (10) la decena, unidad plena. Los 5 Elementos constituyen un total. A cada uno ellos debe pues44 corresponder un valor numérico. Esto es precisamente lo que dice la sección I del Hong fan.

Chavannes traduce así: "(I) De los cinco elementos, el primero es llamado45 el agua; el segundo, el fuego; el tercero, la madera; el cuarto, el metal; el quinto la tierra. (La naturaleza del) agua es46 humedecer y descender; la del fuego, arder y subir; la de la madera, ser susceptible de ser curvada y enderezada; la del metal, ser obediente y cambiar de forma; la de la tierra, ser sembrada y cosechada." Chavannes traduce, en la primera parte de la frase, por "es llamado", el carácter yue que traduce en la segunda parte por "es". Yue puede, en efecto, significar "es", pero, cuando figura en una enumeración (tal es el caso aquí y a lo largo de todo el Hong fan), yue no es nada más que una simple partícula. Atribuirle plenamente valor de cópula conduce ya a falsear el sentido. El texto no dice: "(La naturaleza del) agua es humedecer y descender…"; dice: "(el) Agua: (ella) humedece (y) tiende hacia lo Bajo; (el) Fuego: (él) arde (y) tiende hacia lo Alto…" Pero el sentido es falseado más torpemente cuando se da a yue en la primera frase –sin poderlo conservar en la segunda– el significado de "es llamado". No le puede llevar a uno a cometer esta falta más que una idea preconcebida y si se presupone que, en el Hong fan, los números no son empleados más que a título de números de orden. Pero, en el mismo Hong fan y, por lo demás, en otra parte, hemos encontrado pruebas que garantizan que a los Chinos no les gusta distinguir en los Números una función cardinal y una función ordinal.

Traduciremos estrictamente palabra a palabra: " I: 5 Elementos. 1: Agua; 2: Fuego; 3: Madera; 4: Metal; 5: Tierra", entendiendo que el Agua viene la primera y el Fuego el segundo porque 1 y 2 expresan de manera emblemática la esencia y el rango que les son propios. 1, 2, 3, 4 y 5 deben ser contemplados como índices que especifican el valor de los diferentes Elementos.

Y, en efecto, si se les ocurre a los Chinos, bajo el efecto de diferentes preocupaciones doctrinales, hacer variar la secuencia de los Elementos, no les atribuyen nunca valores numéricos que se puedan considerar como diferentes a los que el Hong fan les asigna.

Sirviendo de índices a los lugares que los sitúan en una disposición de conjunto, estos valores, –incluso cuando varía la secuencia adoptada por la numeración,– testimonian ellos solos el orden verdadero y primero de los Elementos47. Estos, en el Yue ling por ejemplo, se presentan según la secuencia: Madera, Fuego, Tierra, Metal, Agua48. Y sin embargo, el Yue ling los asimila respectivamente a los números 8, 7, 5, 9, 6. Ahora bien, 1 y 6 (= 1 + 5) que el Hong fan, por una parte, y el Yue ling, por otra parte, destinan al Agua son estimados equivalentes por su valor simbólico, ya que ambos son congruentes a 5. Sucede lo mismo con 2 y con 7 (= 2 + 5), con 3 y con 8 (= 3 + 5), con 4 y con 9 (= 4 + 5). Por otra parte, si el Yue ling supone una equivalencia emblemática entre el Agua, por ejemplo, y, en la serie decimal, el único número 6 (número fuerte de la pareja congruente 1-6), afirma también que, en la
Elementos
Fuego
Agua
Madera
Metal
Tierra
Hong fan
1
2
3
4
5
Yue ling
6
7
8
9
5

serie denaria, el Agua corresponde a una pareja de números cíclicos. Señalemos aquí que, cuando analiza las parejas cíclicas de la serie denaria, el Chouo wen presenta al primero de los dos signos como el emblema de un Oriente y al segundo como el símbolo de la Estación correspondiente 49. El Hong fan y el Yue ling, que destinan a los Elementos, el uno el primero de los números de una pareja congruente y el otro el segundo de estos números (el número fuerte), contemplan aparentemente las correspondencias numéricas desde puntos de vista diferentes, pero que se completan: ambos se inspiran en un sistema general de clasificación del que numerosos mitos atestiguan la antigüedad y el prestigio.

Este sistema consiste en una combinación de equivalencias establecidas entre las Estaciones, los Orientes, … los Colores, los Sabores, … y los Elementos así como los Números. El Yue ling relaciona el número 6 y el sabor salado (hien) con el Invierno [= Norte], que sitúa bajo la influencia ( = virtud) del Agua; el número 7 y el sabor amargo (k'ou) con el Verano [= Sur] que sitúa bajo la influencia del Fuego; el número 8 y el sabor ácido (siuan) con la Primavera [= Este] que sitúa bajo la influencia de la Madera; el número 9 y el sabor acre (sin) con el Otoño [= Oeste] que sitúa bajo la influencia del Metal; el número 5 y el sabor dulce (kan) con el Centro que identifica a la Tierra –mientras que (designando los sabores cardinales con las mismas palabras que el Yue ling) el Hong fan escribe: "(Lo que) humedece (y) tiende hacia lo Bajo [Agua: 1], produce lo salado; (lo que) arde (y) tiende hacia lo Alto [Fuego: 2], produce lo amargo; (lo que) se curva (y) se endereza [Madera: 3], produce la ácido; (lo que) es dúctil (y) multiforme [Metal: 4], produce lo acre; (lo que) es sembrado (y) recolectado [Tierra: 5], produce lo dulce." El Yue ling y el Hong fan se refieren, no se puede dudar de ello, a un mismo sistema de clasificación. Pero, siendo un tratado sobre el Calendario, el Yue ling se dedica a mostrar el oficio de los Números en la ordenación del año. No considera más que los números fuertes [segundos números] de las parejas 1-6, 2-7, 3-8, 4-9, ya que su total (6 + 7 + 8 + 9) da 30. 30 (uno de los principales divisores de 360) puede, por sí mismo, evocar el contorno del año; 6, 7, 8, 9 (mostrando cómo se descompone el total 30) merecen pues servir de clasificadores a las cuatro estaciones que componen el año50 [y que simbolizan los segundos números de las parejas cíclicas]. El Hong fan, al contrario, se propone, evocando una progresión de categorías, revelar la constitución del Universo. Cuando, para comenzar (sección 1), indica una repartición en elementos, está emprendiendo a describir un dispositivo espacial, y lo describe marcando, si puedo decir, las etapas de su construcción. No utiliza más que los números débiles de las parejas congruentes [ellos forman los primeros términos de este dispositivo: son los primeros términos de las parejas cíclicas los que son destinados a los diferentes lugares del Espacio]. Estos números pueden servir mejor de rúbricas a los lugares del dispositivo puesto que, situados al comienzo de la serie numérica (1, 2, 3, 4), se hallan particularmente capacitados para señalar el orden de las aplicaciones que identifican tal lugar o tal rúbrica.

En efecto, la enumeración que determina a la vez el dominio y el valor numérico de los diferentes Elementos reproduce el trazado de un templum y marca los tiempos de la operación. El Agua [= Norte =1 (= 1 + 5 = 6)] y el Fuego [= Sur = 2 (= 2 + 5 = 7)] se oponen en las dos extremidades de la rama que se dibuja la primera y que se traza verticalmente comenzándola por lo Bajo [= Norte] [hacia donde tiende el Agua (como lo dice expresamente el Hong fan)] para ir hacia lo Alto [= Sur] [hacia donde tiende el Fuego (como el Hong fan afirma)]; la Madera [= Este = 3 (= 3 + 5 = 8)] y el Metal [= Oeste = 4 (= 4 + 5 = 9)] se enfrentan en los dos extremos de la segunda rama que corta perpendicularmente a la primera y debe trazarse horizontalmente yendo de la Izquierda [= Este = Madera] a la Derecha [ = Oeste = Metal]51; la Tierra [= Centro = 5 (que equivale a 10 = 5 + 5)] ocupa el punto central que la cruz sirve para determinar y que define el lugar del Jefe52.

El Agua es la primera en ser nombrada porque tiene por dominio espacial el lugar [Norte] que es el primero en ser constituido –ya que la rúbrica 1 lo rige– mientras que el clasificador 6 gobierna su dominio temporal [Invierno]. El Fuego, de igual manera, se nombra el segundo porque debe colocarse en segundo lugar en el dispositivo en el que debe ocupar la orientación [Sur] cuya rúbrica es 2, –perteneciendo 7 como clasificador a la estación [Verano] correspondiente.

Ligados a los Elementos, los Emblemas numéricos no pueden imaginarse sin que se les vincule también a Espacios y Tiempos concretos. Estos vínculos, y el vínculo mismo de los Tiempos y de los Espacios, tienen como primer efecto el que no tenga objeto la distinción de lo ordinal, de lo cardinal y también de lo distributivo: en los Números, estas funciones quedan indiferenciadas, de tal manera las aventaja, en ellos, la función clasificadora. Pero, además, la imposibilidad de concebirlos fuera del Espacio-Tiempo concreto que forma la cadena y la trama de un Universo finito, tiene como consecuencia arrancar a los emblemas numéricos de la disposición lineal abstracta que parece exigir el carácter ilimitado de su serie. Están forzados a ordenarse en forma de ciclo: ricos en representaciones geométricas y rítmicas, pueden, mucho mejor que los simples símbolos cíclicos, servir de rúbricas a agrupaciones de realidades a las cuales identifican señalando su situación y su orden, su forma y su composición.

Traducción: Miguel A. Aguirre

 

2ª Parte

Antología
  
NOTAS
1, 2

[Notas del traductor]: [Respecto a esta obra dice René Guénon: "Como lo hemos señalado ya en otra parte (Le Règne de la Quantité et les Signes des Temps, cap. V, n. 2)*, este libro, (La Pensée chinoise de Marcel Granet), contiene mucha información muy interesante, y el capítulo consagrado a los números es particularmente importante; únicamente hace falta tener cuidado de no consultarlo más que desde el punto de vista 'documental' y de no tener en cuenta las interpretaciones 'sociológicas' del autor, interpretaciones que invierten generalmente las relaciones reales de las cosas, ya que no es el orden cósmico el que ha sido concebido, como él se lo imagina, sobre el modelo de las instituciones sociales, sino que son al contrario éstas las que han sido establecidas en correspondencia con el orden cósmico mismo." René Guénon, La Grande Triade, cap. VIII, n. 1.]

[* "…desde este punto de vista, se puede encontrar en el libro de que se trata un cuadro sorprendente de la antítesis que una civilización tradicional (y esto sería igualmente verdadero para cualquier otra que la civilización china) presenta con la civilización 'cuantitativa' que es la del Occidente moderno."].

3 Según CHAVANNES, "una filosofía de los Números ha brillado en China con un destello vivo, como la doctrina pitagórica". Es ciertamente más fácil presumir el destello de esta "filosofía" que determinar su influencia y aprehender sus principios. Las observaciones que me he aplicado a recoger desde hace buen número de años me permiten a lo sumo presentar algunas observaciones sobre la actitud de los Chinos respecto de los Números. No mezclaré aquí ninguna hipótesis o investigación de partida, –cuestión prematura–; sin indicar siquiera ninguna comparación, me atendré a las ideas chinas. He procurado interpretarlas tratando diversos aspectos (cuestiones de lugar, de los Elementos, de los emblemas adivinatorios, de los tubos musicales…) escogidos en razón de la importancia que los Chinos les atribuyen y que tienen, en efecto. Tenía que descubrir los hechos y el orden histórico de los hechos, y tenía, además, que mostrar cómo se puede descubrirlos. Tenía todavía que interpretarlos en nuestra lengua que se presta mal para expresar las concepciones chinas. No tengo que excusarme por la minuciosidad de los análisis ni por la amplitud de un capítulo en el que debía explicar uno de los rasgos fundamentales del pensamiento chino, a saber: un extremado respeto por los símbolos numéricos que se combina con una indiferencia extrema por toda concepción cuantitativa.
4 Remitirse sobre este punto a la discusión establecida por A. REY, pp. 389 sgs. de la Science orientale.
5 Los Chinos cuentan en plazos vencidos.
6 Houai-nan tseu, 4. Cf. Ta Tai li ki, 81.
7 Los días se cuentan con ayuda de un ciclo denario. Míticamente hay 10 Soles.
8 También hay 12 Lunas.
9 Se ve que los Números sirven para dirigir una cierta forma de inducción.
10 La equivalencia: 1 (yi) y Cielo (T'ien), es tan perfecta que se escribe: T'ien yi, sin cópula. Por lo que debo escribir (vale) entre paréntesis.
11 Los signos del ciclo denario se llaman los diez tallos (kan); los del ciclo duodenario, las doce ramas (tche). Aunque se opone kan a tche como el tronco a las ramas, tche, como kan, designa una vara plantada verticalmente. Kan o tche, ramas o tallos, sirven para situar, para marcar posiciones (los geómetras se sirven de los signos denarios para marcar los ángulos de sus figuras), pero tallos y ramas sirven también para comparar magnitudes: tche (rama) significa : medir, contar, número, cantidad, y la expresión jo kan (jo = tal, kan = tallo) quiere decir: tal número, tanto o cuanto.
12 SSEU-MA TS'IEN, Mémoires historiques: (SMT), III, p. 305. Chavannes ha traducido equivocadamente este jen por bondad.
13 SMT, III, p. 308.
14 Todas estas imágenes se refieren a una representación de la Tierra-madre.
15 Li ki, C., I, p. 342. El Yue ling fija al tercer día después del equinoccio los primeros retumbos del trueno y la proclamación por el heraldo provisto de la campanilla de batiente de madera de las prohibiciones impuestas a las mujeres. Debo insistir sobre el valor ritual de las imágenes que los signos cíclicos evocan al decir de los intérpretes chinos: muchos sinólogos no han querido ver en estas interpretaciones más que juegos de palabras pedantes. Cf. SMT, III, p. 303, nota 1, y notas de las páginas siguientes.
16 GRANET, La vie et la mort…, pp. 12 sig.
17 Véase pp. 91, 237, 258.
18 Véase más adelante, p. 264.
19 Sobre el significado de estas inversiones con cambios de atributos, y sobre su relación con el tema de la hierogamia, véase más adelante, pp. 166 y 231.
20 SMT, III, p. 325.
21 SMT, III, p. 326.
22 Ts' eu significa: orden, serie, lugar, station. Los intérpretes reconocen en "los Números" del Calendario los emblemas de los lugares o de las posiciones astronómicas (o solares).
23 No tengo (cuestión prematura) que tratar aquí el asunto del origen (extraño para los chinos) del sistema de doce horas dobles (concebidas como encuadrando, cada una, una de las puntas de una rosa de doce direcciones). La mitología china admite la existencia real de 12 Lunas y de 10 Soles.
24 Para obtener 24 lugares con 10 + 12 signos cíclicos, se comienza por añadir 4 términos (destinados a las 4 direcciones en ángulo), después se emplea los 12 signos duodenarios y solamente 8 signos denarios, los 2 signos denarios restantes formando un binomio reservado siempre al centro. Cf. Houai-nan tseu, 2 y GRANET, op. cit., p. 13, n. 2. Obsérvese que a la división en 24 orientes corresponde una división administrativa en 24 servicios (repartidos entre 4 direcciones) confiados a jefes designados mediante nombres de pájaros (estos pájaros, algunos al menos, figuran en los signos del calendario). El jefe de estos servicios (fénix) preside el calendario. Cf. Tso tchouan, C., t. III, pp. 276 y 277, y GRANET, Danses et légendes…, p. 236, n. 1. Obsérvese que los 24 meses de 15 días se subdividen cada uno en 3 períodos de 5 días: a los 72 períodos de 5 días que componen el año (360 = 72 x 5) están asignados 72 refranes del calendario, rúbricas concretas (cf. GRANET, Fêtes et chansons anciennes…, p. 54). Existe otra repartición de los días del año en 30 (= 5 x 6) períodos de 12 días (cf. GRANET, op. cit., pp. 54 y 132, Kouan tseu, 14; GRANET, Danses et légendes…, p. 270, n. 1, y p. 358, n. 1). En estos diversos arreglos se revela la solidaridad de las clasificaciones por 5 y por 6.
25 Obsérvese esta acción imbricada de 5, multiplicador de 12 (= 6 x 2) y de 6, multiplicador de 10 (= 5 x 2).
26 Junto a la exogamia territorial, pero se sabe que (cf. Civ. Chin., p. 178 y p. 204, y GRANET, Danses et légendes…, fin de la nota 2 de la p. 155) debía existir una consonancia entre el dominio, el habitat, el lugar y el nombre.
27 Se ha hecho uso de los Pa tseu desde la época de los T'ang, si no desde los tiempos de los Han. En todo caso, el Tcheou li (BIOT, Le Tcheou li, ou les Rites des Tcheou, t. II, p. 307) muestra que antiguamente se tenía en cuenta, en los emparejamientos, el año, el mes, el día de nacimiento y el nombre personal.
28 GRANET, Danses et légendes…, p. 159. Este uso supone que el nombre personal (del que uno se informa, ya que es secreto) mantiene con el apellido (conocido) una relación análoga a la que existe entre una esencia (wou) y una especie (lei). Los apellidos revelan una virtud () específica (lei), susceptible de cuatro particularizaciones que (en razón de las ideas relativas a la reencarnación) parecen haber correspondido a un lote de cuatro nombres (ming) que distinguen a cuatro generaciones sucesivas. (Cf. más arriba, p. 88; GRANET, op. cit., pp. 368 sgs.). El nombre personal (ming) sitúa (en tal familia) a la generación: expresa una especie de rango.
29 Cf. SMT, I, pp. 169, 175, 176. La arqueología parece haber confirmado la tradición.
30 Cf. GRANET, op. cit., p. 158. Los dos relatos provienen de obras con fecha, inspiración y estilo análogas.
31 Ibid., p. 157 sgs. El principio ritual es que los Espíritus no comen nada, sino aquello que (en virtud de la naturaleza del que ofrenda y de la ofrenda) es de su especie (lei).
32 Ibid., p. 158.
33 Cf. Tch'ouen ts'ieou fan tou, cap. 13. Todo, en un sacrificio hecho en primavera (Este), se dispone por 8 (por 7 el verano, por 9 el otoño, etc.), y si se quiere entonces, por ejemplo, hacer llover, será necesario hacer bailar a 8 bailarines, ofrecer 8 pescados, construir un montículo de 8 pies de lado, fabricar 8 dragones: 1 grande (de 8 pies de largo) + 7 pequeños (de 8/2 pies de largo), etc.
34 SMT, III, pp. 308-309.
35 GRANET, La vie et la mort…, pp. 1 sgs. Siete, que equivale a chen (S-S-O) en este ejemplo, equivale, en el ejemplo anterior, a sseu (S-S-E). Ligados a un mismo lote de emblemas, números diferentes (72, 12, 2. Cf. p. 127), pueden ser considerados como equivalentes; así mismo, un número puede, ligado a dos lotes diferentes, cambiar de valor emblemático: esto no es más que una simple consecuencia de la concurrencia de los sistemas diversos de clasificación.
36 Tso tchouan, C., III, p. 327. Extracto de un discurso tomado a Yen tseu, contemporáneo de Confucio.
37 Cf. más arriba, p. 107. Comp. Yo ki, en Li ki, C., II, p. 83. Estas correspondencias se establecen bajo el dominio de diversos sistemas de clasificación, en particular del sistema de clasificación por 5.
38 SMT, IV, pp. 219 sgs. El Hong fan, insertado en calidad de capítulo en el Chou king, ha sido incorporado también por Sseu-ma Ts'ien a su obra. La tradición lo contemplaría de buena gana como una obra del tercer o segundo milenio a. J.-C. Los críticos modernos lo atribuyen, unos al siglo VIII, otros al siglo III a. J.-C. La redacción del Hong fan no parece poder ser situada más allá de los siglos VI, V a. J.-C. Me parece que data de los primeros comienzos de la literatura escrita.
39 El P. WIEGER, Histoire des croyances religieuses et des opinions philosophiques en Chine, … p. 57.
40 SMT, IV, p. 221. Conservo provisionalmente la traducción dada por Chavannes. Remitirse a la p. 266 y siguientes.
41 SMT, IV, p. 219, nota 5. Cf. MASPERO, La Chine antique, 440, nota 4.
42 NAITO, On the compilation of the Shoo king y HONDA, On the date of compilation of the Yi king.
43 Diálogo entre el fundador de la dinastía Tcheou y el hermano del tirano Cheou-sin, cuya virtud decadente provocó la ruina de la dinastía Yin: charla que corresponde a la inauguración de un mundo nuevo después de la transmisión, de una familia a otra, de los principios o de los palladia del poder.
44 Los 5 Elementos, como se va a ver, valen respectivamente 1, 2, 3, 4, 5, es decir para su conjunto (5, emblema del centro, no debiendo, como se verá, ser contado) 1+ 2 + 3 + 4, o sea en total precisamente 10 (que equivale a 1).
45 Soy yo quien subraya.
46 Idem.
47 CHAVANNES (SMT, IV, p. 219, nota 5) declara singular el orden seguido por el Hong fan. No duda pues en proponer que se corrija el texto. Esto es porque ha comenzado por admitir que "las más antiguas enumeraciones" (que hace remontar al siglo III) seguían un orden diferente (Intr. p. CXLIII), el orden llamado del triunfo. Como atribuye al Hong fan una fecha anterior al siglo III, necesita pues hallar en la enumeración del Hong fan (la más antigua de hecho) un error que él corregirá de manera de hacerla semejante a las enumeraciones afirmadas primero como más antiguas. Los sucesores de Chavannes no siguen la corrección de éste, juzgada inaceptable, porque otro texto confirma la redacción de este pasaje del Hong fan. Pero se abstienen de buscar el sentido que puede presentar el orden indicado afirmando simplemente que las interpretaciones numéricas que se puede dar de él son anacrónicas. Remitirse a las pp. 204 y 254.
48 Esta secuencia corresponde a lo que se llama el orden de producción de los Elementos. (Véase pp. 255 sgs.).
49 Salvo para la pareja meou ki (centro), de la cual se dice que los dos signos son ambos los emblemas del "Palacio central". Hay que señalar que el Yue ling define a la Tierra mediante el centro y le da, como el Hong fan, 5 (y no 10) por emblema.
50 5, conservado como emblema del Centro por el Yue ling, se encuentra reservado a los días (no enumerados, pero quizás en número de 6 –y no de 5– ya que el año solar tiene 366 días) que marcan el pivote del año. Cf. p. 95.
51 Las equivalencias, – Bajo : Norte : Agua – Alto : Sur : Fuego – Izquierda : Este : Madera – Derecha : Oeste : Metal –, son datos esenciales del sistema chino de clasificaciones y correspondencias. Las fórmulas del Hong fan: "El Agua humedece y tiende hacia lo Bajo; El Fuego arde y tiende hacia lo Alto" prueban claramente: 1 que el Hong fan se refiere e este sistema explícitamente; 2 que la enumeración de los Elementos implica un dispositivo espacial; 3 y en fin (puesto que los Elementos están caracterizados por emblemas numéricos) que la ciencia de los números no está separada de un saber geométrico.
52 Houang ki: 5. Los dos términos de la pareja denaria que corresponden al Centro sirven indistintamente de emblemas del Palacio Central.