Nikos Vardhikas pertenece a la Tradición Cristiana, concretamente la Iglesia Ortodoxa y es escritor y colaborador de la revista francesaVers la Tradition. Publicamos este fragmento (de su nº 87, marzo-abril 2002) porque nos ha interesado una crítica al Islam desde un punto de vista netamente cristiano –oriental o no–, por la coincidencia en haber visto mucho en España y Argentina un fanatismo teñido de sufismo que acepta como dogmas, prácticamente revelados, ciertos pensamientos sobre la hegemonía del Islam por sobre todas las otras tradiciones. Lo que sigue en este artículo, que hemos dividido, es un testimonio de la fe del Sr. Vardhikas en sentido esotérico-exotérico, factores para él de una misma realidad, en alusión al líder de una supuesta tariqa que es uno de los tantos europeos islamizados influido por Guénon pero en una versión personal que incluye las ideas que en este fragmento el autor critica.

Antología de Textos Herméticos
LA UNICA GARANTIA
NIKOS VARDHIKAS
(fragmento)

En VLT Nº 76 (junio 1999), relatábamos las palabras de un monje griego según las cuales la próxima fase del plan del Adversario para el Fin de los Tiempos sería una fase de unificación política y voluntaria. Esta continuaría la uniformización económica y cultural1 más o menos espontánea y más o menos anárquica que tiene ya lugar y que llamamos mundialización; y lo que hará que esta evolución parezca como un mal menor, decía el monje, son los crímenes en aumento y las diversas guerras locales. La primera fase resultó de la dominación americana, indisputada e indisputable; la segunda será la obra de los excluidos de este nuevo orden mundial. Lo que no hay que olvidar ante esta perspectiva es el carácter obligatoriamente paródico de todo ello: se tratará de una uniformización y no de una real unidad, y aquellos que aparecerán como levantándose exteriormente contra los dominadores compartirán con estos la misma incultura y contribuirán a hacer que triunfen los planes de Aquel que instrumentaliza a ambos para sus planes escatológicos. Como no es (dice el monje) una religiosidad cualquiera o una reacción exterior cualquiera la que podrá hacer realmente frente a esto sino solamente la santidad, habría que esperarse justamente este tipo de declaraciones de una y otra parte: religiosas y triunfalistas. El versículo 7 del capítulo 18 del evangelio según San Mateo tiene aquí una actualidad evidente:

¡Ay del mundo por los escándalos! Es forzoso, ciertamente, que vengan escándalos, pero ¡ay del hombre por quien el escándalo viene!

La segunda advertencia evangélica para los tiempos del fin, aquella sobre la cual se basará nuestra exposición, concierne a la seducción que puede ejercer el Adversario sobre aquellos que, teóricamente, habrían podido escapar a su influencia:

Surgirán falsos Cristos y falsos profetas, que harán grandes señales y prodigios, capaces de engañar, si fuera posible, a los mismos elegidos2.

El primer paso hacia la realización de esta fase se ha franqueado el 11 de septiembre del 2001, con los atentados criminales y suicidas en Nueva York, sin duda imputables a personas que creían servir con ello al plan de Dios y a su salvación personal. Es evidente que este acto, tan inmoral como todo lo que ha sido invocado para explicarlo si es que no para intentar justificarlo, no "venga" a nadie (sobre todo a los más desprovistos, que no han recurrido nunca a tales métodos) pero constituirá una razón para justificar más el control planetario –¿y quién podrá ofenderse por ello? Aquí reside la importancia de este acontecimiento, más allá del horror puro y simple que constituye el asesinato de siete mil personas3. Que esto se haga en nombre de Dios, quien es agradecido en la televisión y para la televisión mundial bajo su advocación de Alá por un pietista saudí desde Afganistán, mientras que ello no aprovecha más que al Diablo, he ahí lo que nos parece que necesita algunas puntualizaciones en lo que concierne, ciertamente, no al Islam en tanto que tal, sino a ciertos musulmanes que corren el riesgo de encontrarse atrapados en este juego.

No lo dudemos, si el Islam (y en menor medida, el cristianismo Ortodoxo también) se halla así difamado, si esto no es manipulado con fines tan temibles es precisamente porque contiene todavía en él con qué resistir a los planes del Adversario. Si la única manera de escapar a su influencia es la santidad, tal como puede ser adquirida en una tradición regular, es necesario pues que el Anticristo destruya antes toda tradición aún viva espiritualmente (es decir que posea todavía no solamente la doctrina sino también los medios de una realización espiritual), y no hay mejor medio para ello que manipular en esto al exoterismo. Es notable que al Islam ideológico de los pietistas o zelotes actuales, corresponda un Islam idealizado4 de los intelectuales musulmanes; éste no es menos aberrante que el otro, puesto que es también (aunque de otra manera y a otro nivel) emocional y por consiguiente psicológico más bien que espiritual. Los dos coinciden en algunos lugares comunes de un exoterismo de pocos alcances que refuerzan el juego de la parodia integrista, aún cuando los segundos se precian de esoterismo y de sufismo. Esto significa, por consiguiente, que el riesgo de la seducción "de los elegidos mismos" es real, y para contribuir un poco a evitarlo es por lo que nos proponemos enumerar algunos de estos lugares comunes. Siendo uno mismo cristiano Ortodoxo, sabiendo pues plenamente el papel activo que ha desempeñado la cristiandad occidental en el advenimiento del modernismo y el papel pasivo de la oriental en el del comunismo, así como los esfuerzos desplegados contra ella por el Adversario a lo largo del siglo pasado, no vemos en ello ninguna presunción.

La excelencia del último
La más difundida de estas concepciones pretende que el Islam posee una "precedencia formal" ante las otras tradiciones; y esto se basa en la concepción de un papel que sería atribuido específicamente al Islam al final de los tiempos, del hecho mismo de que es la pasada y última revelación. Dejamos de lado las justificaciones de esto que se basan en la excelencia de ciertos representantes del sufismo como ibn-'Arabi
5, ya que sería demasiado fácil hacer lo mismo en toda tradición, para examinar solamente las justificaciones que se basan en esta "excelencia del último". Esto tiene su importancia, ya que es precisamente el papel escatológico del Islam el que corre el riesgo de hallarse desviado en una dirección anticrística (o "dajjálica").

En la tradición bíblica, la excelencia del último está afirmada a través de la separación sistemática de la rama primogénita, en la historia de los Patriarcas, en favor de una rama menor; esto ha pasado con Isaac a cambio de Ismael, Jacob a cambio de Esaú, José a cambio de sus hermanos. El hecho de que el Islam es una tradición que se reclama de Ismael no podría pues justificar ninguna precedencia tal, puesto que constituye una vuelta a las fuentes de la fe, pero no un "desarrollo" o "conclusión" de ésta; una recapitulación final que consiste en una vuelta al comienzo (a Abraham) y que constituye el viático mínimum para la salvación (y más) pero en ningún caso un "máximum" que haría caducar lo que vino antes de él. Sin embargo, algunos6 exaltan este "mínimum" como una excelencia relativa (y comparativa), sobre todo para el fin de los tiempos. Hay en esto quienes van hasta encontrar una excelencia al Viernes, día de oración, en tanto que es el día 6, aquel de la creación del hombre y así pues prueba del carácter "fácil" y bien adaptado del Islam a la vida diaria. Por supuesto, el simbolismo del día 7 (día del descanso de Dios después de la conclusión de la Creación) y el del Domingo que es, según San Basilio de Cesárea, a la vez día último y primero en tanto que "día siguiente al Sabbat"7, podrían asimismo ser invocados para hablar del fin de los tiempos; pero esto escapa a los idealistas.

Además de la simplicidad del rito, se evoca el hecho de que el Islam no tiene clero y constituye, pues, una vía directa de relación con Dios y una vía media entre el yugo de la Torah con sus 613 mitzvoth y la santidad juzgada imposible de practicar que exige el cristianismo, para subrayar su aptitud muy particular para el fin de los tiempos.

Ahora bien, si el Cristo ha venido a cumplir y concluir la Ley de Moisés, según sus propias palabras, el profeta Mahoma no ha tenido como misión cumplir o concluir el cristianismo o el judaísmo, sino aportar, según sus propias palabras, una revelación a los "refractarios" que no tenían aún Profeta que hablase su lengua8. Espiritualmente, pues, el Islam es una tradición paralela y no posterior al judaísmo y al cristianismo, como es [posterior] en cambio en el tiempo humano. Si, por consiguiente, fuera necesario a toda costa encontrar en el nuevo Testamento un anuncio del Islam, éste sería la mención:

"otras ovejas, que no son de este redil; también a éstas las tengo que conducir; escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor"9.

En lugar de esto, es habitual que se vea en la mención del Paráclito una alusión al Profeta del Islam, quien sería pues el único en conducir a los fieles "a toda la verdad" que eran incapaces de llevar en los tiempos en los que Cristo estaba con ellos. Esto atribuye al Islam con respecto al cristianismo la misma función que el Cristo ha asumido con respecto al judaísmo, lo cual es totalmente inexacto (y calcado de la teología cristiana, polémica o no, hacia el judaísmo); por otra parte, esta afirmación está "ilustrada" por un argumento lingüístico enteramente erróneo: Ahmad siendo un nombre del Profeta que significa "el elegido", se nos asegura que es el sentido de la palabra griega Paraklêtos. Ahora bien, para que esto sea cierto, hubiera sido necesario que la palabra griega hubiese sido Periklytos o Periklês (como el político Ateniense del s. V a. J.C.). Lo que importa aquí no es la exactitud de las referencias clásicas inventadas por los polemistas de la Edad Media, sino el hecho de que tales argumentos son aún utilizados para justificar una concepción "evolucionista" de la historia santa con el fin de concluir en una excelencia "relativamente absoluta" del Islam10.

La ausencia de clero significa que el Islam está a cubierto de pastores que podrían seguir la influencia de las contingencias temporales –lo cual ha pasado manifiestamente con el cristianismo y sus múltiples aggiornamenti en Occidente, de las cuales las últimas (Concilio Vaticano I y II) apenas lo han dejado en pie, incluso ritualmente. Efectivamente, esto es un golpe sobre todo en los últimos tiempos, donde la moda y la modernidad que deriva de ella barrían las tradiciones; pero desde el instante que el Islam abandonó las regiones arabófonas a las cuales estaba originalmente destinado hasta en su expresión, el carácter sagrado de la lengua árabe ha hecho que se haya constituido de facto un "clero" para explicar y enseñar el texto sagrado, así como para guiar la oración. No es un azar si la mayoría de los chiítas y la mayor parte de los zelotes no son arabófonos; éstos son en lo sucesivo por otra parte una minoría entre los musulmanes. Queremos decir con esto que la ventaja relativamente absoluta de la ausencia de clero es ella misma absolutamente relativa, y no que el Islam debiera acantonarse con sólo los que hablan árabe; no se trata aquí de no querer reconocer su carácter de religión universal11. Este "clero" ha jugado un papel nefasto en la espiritualidad musulmana allí donde ha podido (Irán, Afganistán). Así, el "éxito" exterior mediante la expansión llegaba a neutralizar uno de los "golpes" escatológicos del Islam.

Temporal y espiritual
Es vano y absurdo creer que podría remediarse una ausencia de condiciones tradicionales exteriores mediante decretos; tan absurdo como creer que su existencia en el pasado se debía a tales decretos, sin tener en cuenta el hecho de que la mentalidad tradicional resulta espontáneamente de la familiaridad con lo sagrado, de una proximidad intuitiva de la cual deriva toda legislación y no que es "instaurada" por ésta.

En caso de un cambio de mentalidad, ya sea éste el hecho espontáneo de una comunidad o haya sido inducido por la imitación de modelos extranjeros, los dados están echados. En ese caso, lo único que importa buscar es cómo escapar al dominio intelectual de tal situación; que sea anormal no significa que se la pueda invertir de otra manera más que mediante la realización espiritual, lo cual es el papel de toda élite verdadera.

La no separación entre lo temporal y lo espiritual, tal como resulta del Corán, es curiosamente considerada por algunos como otra "prueba" del carácter muy adaptado del Islam al fin de los tiempos. Ahora bien, si esto es normal (y nada más) bajo condiciones tradicionales, deviene pronto un handicap bajo condiciones de modernidad planetaria como aquellas bajo las cuales vivimos desde hace mucho tiempo. Era normal que los musulmanes de los primeros tiempos se extrañaran del hecho de que el cristianismo no tenía ley sagrada propia; no es normal considerar que esto es un handicap absoluto, ni que lo contrario es una ventaja absoluta.

No olvidemos que es Jesús mismo, y no una circunstancia histórica, quien instituyó esta separación en el cristianismo. Esta tradición sufrió mucho esta separación, durante su vida terrestre, afrontando varias veces la tentación (a la cual en ocasiones sucumbió) de inventarse un sagrado que contenía elementos completamente profanos, como la Inquisición. Acabó incluso por tomar parte en el advenimiento de la modernidad desde muy temprano, abrazando estrechamente las formas sociales y contingentes, lo cual le fue ahorrado hasta hace poco al Islam. Lo que sobrevive del cristianismo, no obstante, es capaz de afrontar la modernidad bajo no importa qué condiciones exteriores sin problema de adecuación entre sociedad y religión. Lo que era un handicap bajo condiciones normales deviene una ventaja bajo condiciones anormales y manifiestamente terminales; lo que parece indicar, promediando una fuerte disminución de los efectivos, una aptitud cristiana, esta vez, para el fin de los tiempos.

Desde la abolición del califato por Mustafá Kemal el Islam vive sin Califa. De cualquier manera, el Imperio Otomano no disponía más que de un sultán que ejercía el poder temporal y su sola pretensión al califato era su cualidad de "guardián de los lugares santos". Después de las invasiones de los mongoles, hubo una separación de facto entre poder temporal (sultán) y espiritual (califa), sin hablar de los califatos rivales como aquel, chiíta, de los Fatimíes en Egipto. Sería pues falso creer que una separación de los dos dominios es algo nuevo, en Islam. Peor, aquellos que afirman que el Islam no puede existir con tal separación invitan a una confusión peligrosa que consiste en considerar la mayor parte de la historia de las comunidades musulmanas como nula, sin que haya habido nunca y en ninguna parte un Islam auténtico. Se trata, ni más ni menos, de "hacer tabla rasa del pasado".

Hoy es Arabia bajo los Saud la que es la guardiana de los lugares santos; esto no le da afortunadamente derechos al califato, ya que el wahabismo inventado y practicado en Arabia no es menos caricaturesco del Islam que el de los seminaristas de Afganistán. Estos, por otra parte, disponen desde hace cinco años de un "prelado de los creyentes" que ha osado vestir el manto del profeta. Y para aquellos que creen en la única sucesión por la sangre, los soberanos de Marruecos invocan relación de parentesco de una descendencia mahometana (de donde la denominación de sherífico de su reino) y aquellos de Jordania de una descendencia anterior de la casa de Hachem (de donde su denominación de hachemitas).

Es demasiado evidente que todas sus pretensiones no podrían constituir un Califato. Queda pues la opción igualmente peligrosa del "califato esotérico", sostenida por intelectuales guenonianos, entre otros, y es ésta la que nos interesa aquí; es para denunciarla que hemos hecho esta digresión exotérica. Aparentemente conforme a la concepción que expone R. Guénon de la autoridad espiritual que no obra más que mediante su presencia, esta noción puede ser "ampliada" para incluir la del impuesto de capitación debido por los no-musulmanes12. Ahora bien, lo que un impuesto tiene de "espiritual" o de "esotérico" es algo que se nos escapa, y es precisamente en esta amalgama exo-esotérica que todos condenan teóricamente pero que algunos practican alegremente que reside el peligro de una instrumentalización integrista.

La concepción según la cual lo profano no tiene derecho a existir es una concepción deformada del hecho de que, bajo condiciones normales, no existe en tanto que tal (pero esto significa también que nada de lo que existe es profano, y no que ciertas cosas son mejores que otras en sí-mismas – sin lo cual, un eremita no hubiera podido decir ¡"no es más sagrado rezar que defecar"!). La identificación entre lo temporal y lo espiritual se extiende a lo sagrado y a profano y también a lo esotérico y a exotérico; ahora bien, no se trata ni de identificarlos (concepción supuestamente musulmana) ni de separarlos (concepción moderna), sino de constatar las relaciones normales del uno con el otro. Sin esto, es seguro que se irá a parar a una concepción deformada, sea materialista sea idealista: ya sea que se absolutice lo relativo, ya sea a la inversa. Es manifiesto que hoy día se absolutiza lo que era admitido como relativo en los primeros tiempos del Islam. Ha pasado con el Corán lo mismo que con el Cristo en el cristianismo: según ibn-'Arabi, si éste puede ser percibido en tanto que Dios, este último sin embargo no debe contemplarse como agotándose en su manifestación crística. Ahora bien, sucede lo mismo con el Libro: sólo la "Madre del Libro" celeste es la palabra pura de Dios, siendo creada toda manifestación terrestre de éste, salvo por lo que respecta a su "esencia". Una vez más, no relativizamos aquí más que lo relativo; una eventual "apertura de las puertas de la ijtihad" contiene, evidentemente, el peligro de una interpretación demasiado abierta (una desventaja, esta vez, de la falta de clero). Pero hay que dar a Dios lo que es de Él; el cierre de esas puertas no tiene absolutamente nada de divino ni de absoluto, dado sobre todo el hecho de que la Revelación mahometana misma ha variado durante el "descenso" del Corán. Desde nuestro punto de vista, el hecho de que el Corán admita la abrogación de ciertos versículos por mejores13 no es una indicación de un carácter humano sino al contrario de su carácter divino, reconociendo con ello el carácter inevitable de una irrupción de contingencias humanas durante los 23 años que ha durado su revelación. Lo que es menos admirable es que desde la época profética, algunos musulmanes no solamente no admiten esas contingencias como tales sino que afirman tener el Libro sagrado mejor preservado de la humanidad, contrariamente a las otras tradiciones; de nuevo una absolutización de lo relativo. Muchos hablan de un Evangelio perdido que habría sido el único auténtico, y que contendría solamente palabras de Jesús, o mejor aún, de Dios. Persuadidos de tener las ipsissima verba de Dios, acusan a los cristianos de alteraciones14; y esto porque interpretan el Corán literalmente: cuando habla del "Evangelio" (en singular) que Dios habría "dado" o hecho descender sobre Jesús de la misma manera que lo ha hecho para el Corán, creen que sería faltar al respeto o a la fe del texto sagrado admitir que los Evangelios no son textos sagrados en ese sentido, sino testimonios sobre el Verbo de Dios que no es, en el cristianismo, un Libro, sino un Ser.

Traducción: Miguel A. Aguirre

 

Antología
  
NOTAS

1      Si, no obstante, se acepta llamar "cultura" lo que no es más que el consumo de productos culturales y en ningún caso la expresión artística natural de una civilización.

2      Mt. 24,24; Mc 13,22.

3      Que se podría asimilar bajo este sólo punto de vista a actos de guerra (política o económica) por parte de las grandes potencias; por ejemplo, los bombardeos repetidos de Irak, los de Yugoslavia, la guerra de Vietnam, etc. Esta asimilación no es una venganza más que si se hace abstracción de la idea de justicia.

4      No utilizamos este término como sinónimo de "embellecido", sino en su sentido primero, es decir el de hacer absoluto lo relativo.

5      En VLT Nº 85, G. Servant refiere unas palabras del mayor de los maestros sobre las relaciones entre hombres y mujeres, para sacar esta conclusión: "Esta modalidad de la realización mahometana que integra activamente a la unión nupcial le confiere una excelencia relativa en el orden cíclico de la procesión de las formas tradicionales". Admiramos también el hecho de que el Islam (y más particularmente ibn-'Arabi) integre así la sexualidad en la espiritualidad, ¡pero la conclusión no resulta simplemente de estas premisas!

6      En la tradición musulmana, este tipo de interpretación está ilustrado por la teología de ibn-Taimiyya, exoterista absoluto de renombre.

7      Así es como los Evangelios llaman al día de la Resurrección.

8      Corán 19,97; 26,198; 41,3; 42,7; 44,58.

9      Jn 10,16.

10     Este argumento se encuentra, mas no es éste un caso único, en el original italiano de El Islam interior de Abdelwahid Pallavicini, pero no en su traducción francesa.

11     No olvidamos que también el cristianismo no estaba, antes del apóstol Pablo, destinado a los Gentiles y que Jesús mismo decía que ha sido enviado "primero a las ovejas perdidas de Israel".

12     Charles-André Gilis no habla de otra manera, cuando se refiere a esta noción.

13     Corán 2,106.

14     Sidi Hamza Boubakeur no ha evitado esto en su edición del Corán, por ejemplo.