Paul Vulliaud (Lyon 1875-París 1950) publicó en 1906 su primera obra: La Pensée ésotérique de Léonard de Vinci, de la que hoy presentamos un fragmento; el mismo año fundó con otros la revista les Entretiens idéalistes (1906-1914) donde bosquejó los temas de sus principales libros, referidos a la historia doctrinal de los primeros siglos cristianos y las corrientes esotéricas y cabalísticas cristianas del Renacimiento a nuestros días. Participó activamente en la Société des sciences anciennes creada por P.-V. Piobb donde conoció entre otros a A. de Pouvourville y O. Wirth. Entre las dos guerras colaboró en distintas revistas: le Mercure de France, la Revue des Nations, la Revue juive de Genève, Paru, Critique, la Víe catholique, l'Aube, etc. Su obra más conocida es La Kabbale juive (1923; Ed. d’Aujourd’Hui, Plan de la Tour, 1976); tradujo y comentó la obra esencial del Zohar: el Siphra di-Tzeniutha (ver reseñas de ambas en René Guénon: Formas tradicionales y Ciclos cósmicos, Obelisco, Barcelona 1984) y publicó asimismo La clé traditionnelle des Evangiles (1936). De modo póstumo apareció también La Fin du Monde (1952).
Antología de Textos Herméticos
EL PENSAMIENTO ESOTERICO
DE LEONARDO DA VINCI
PAUL VULLIAUD
Fragmento
En nuestros días, se ha hablado mucho de ciencias ocultas. Muchos escritores se han preguntado qué relaciones unían a Leonardo de Vinci con las doctrinas de los astrólogos y alquimistas. Eugene Muntz escribió a este respecto todo un capítulo y según él, el Artista se divertía en "la sociedad de los místicos iluminados, astrólogos, alquimistas, charlatanes de toda clase". Aún, se discutió por mucho tiempo sobre un viaje que Leonardo habría emprendido a Egipto, y se hicieron todas las suposiciones sobre los conocimientos que habría adquirido en Oriente. Ravaisson-Mollien opuso antaño algunos argumentos a los partidarios de esta expedición oriental declarando que el pintor para nada había dejado Italia, entre 1472 y 1483, fechas asignadas al desplazamiento durante el cual el autor de La Cena se habría convertido al Mahometanismo; sin embargo el problema no ha sido todavía definitivamente resuelto.

Pero no es nuestro interés el de las Ciencias ocultas a propósito de Leonardo. No hay Ciencias ocultas, sólo la Ciencia existe, junto con la afirmación humana, por otra parte; ahora bien, que como reparación de un agravio, el pintor haya sopesado el crédito que se debía acordar a los embaucadores, ciertamente, su crítica se ejerció a este respecto con el objeto de rechazar las quimeras del espíritu humano. Abundan los textos de Vinci contra los nigromantes, los alquimistas y otros adeptos de lo que se ha llamado el Arte negro, Eugenio Muntz ha citado algunos de ellos que bastan para rechazar la idea de asimilar a Leonardo a los habladores de prodigios, y por ello, calificarlo de "Mago", suponiendo a nuestro héroe entregado a las prácticas ocultas, como lo han hecho muchos modernos, sigue siendo un error.

¿Cuál es entonces la necesidad de invocar los métodos esotéricos de la Iniciación? El hecho de escribir de derecha a izquierda ha sido objeto de suposiciones que prueban una sutileza vana, ya que puede uno explicar simplemente esta extrañeza, como han pensado otros, creyendo que Leonardo era zurdo antes que imaginársela como una necesidad de ocultarse de la Inquisición.

Sin embargo hay misterio en todo; son las leyes armónicas de la Naturaleza expresadas bajo apariencia sensible; estudiarlas para elevarse a su Autor como el Artista lo atestiguó repetidas veces, es entregarse al estudio del único y verdadero Misterio. Leonardo de Vinci se ha revelado como gran fiel de la escuela cósmica.

Entre las obras del más universal de los Hombres de Genio, muchas deben ser consideradas particularmente; éstas son, en mi opinión, los testimonios de lo que nombraré La Filosofía de Leonardo de Vinci. Por la fecha en que fueron ejecutadas, las considero como el testamento de su pensamiento: especialmente: El Precursor, y Baco.

Por cierto, lo sé, para favorecer la oscuridad en que se complacía el Maestro, estas dos figuras se basan en enigmas. Los juicios más contradictorios, también los más absurdos, han sido vertidos sobre estas dos obras únicas; y las masas, siempre pasivas, se hacen eco de opiniones que encuentran su fuente en un prejuicio sistemático. Cierto crítico juzga que San Juan hace mal en parecerse más a una mujer delicada que al rudo predicador del desierto, al fanático come-saltamontes; otro, no menos escuchado, escribe que el autor de la Cena no es ni litúrgico, ni cristiano, ni religioso en ningún grado y que el San Juan es una imagen de la Voluptuosidad. Se podría a satisfacción multiplicar estas citas, pruebas contundentes de la ruda ignorancia de ilustres escritores.

Dejemos a estos doctores y busquemos penetrar en el pensamiento íntimo del Mago, del Vidente florentino. Descubrir su esoterismo nos consolará del hecho de vivir en una época en que el Arte se mancilla lamentablemente.

Con este fin, regocijémonos con arrobamiento de encontrar reunidos en el Louvre el Bautista y el Baco; su examen comparativo nos ayudará en el conocimiento del misterio perturbador que guardan los labios sonrientes del santo Precursor y del sentido indicado por los gestos simbólicos del dios étnico. Las doctrinas filosóficas y los sentimientos religiosos de Leonardo de Vinci se deducirán por sí solos enseguida.

Primeramente, una palabra dirigida a aquellos que me parecen haber estudiado la Teología de Arouet y tener de la religión una noción farisaica: la religión no consiste en aumentar la cantidad de amuletos ni en añadir franjas a lo largo del manto. Tal vez, y seguramente, Leonardo no era devoto ni supersticioso, pero dónde están las pruebas, yo me preguntaría, que permitan inferir que quien no trabajó jamás en la cabeza de Cristo sin que su mano temblara, estuviera de tal manera infectado de nociones heréticas que no creyera en ninguna especie de religión y que pusiera la filosofía por encima del cristianismo. Compartir sin control la parcialidad de un Vasari es de una lógica bastarda; ese biógrafo esparcía fácilmente sospechas de herejía ya que declaró que Botticelli, partidario de Savonarola, era herético.

Al anecdotario del Renacimiento yo opondría enseguida el juicio, más seguro en esta materia, del fundador de la biblioteca ambrosiana, el sobrino de San Carlos Borromeo, que consagró todo su fervor a la conservación de las buenas tradiciones artísticas. Los dos pintores favoritos de este gran arzobispo fueron justamente Leonardo y Luini. Mostremos también sobre qué razones Vasari fundaba sus juicios. Esto atañe asimismo a Leonardo ya que tuvo por Botticelli una deferencia particular, citándolo en sus manuscritos donde pocas personas son nombradas, y como los dos Artistas están envueltos en la misma reprobación tendremos la prueba de que no eran indiferentes a los temas religiosos y filosóficos.

¿Qué motivo llevó entonces a Vasari a calumniar a Botticelli?

"Palmieri había inspirado al pintor Sandro Botticelli, dice Cesare Cantú, un cuadro que representaba la Asunción de la Virgen rodeada de una gloria de angelitos que le servían de corona. Como se habían difundido sobre su libro (Mathieu Palmieri: La Vie Civile, 1483) extrañas noticias que el público acogió con su habitual ligereza, se creyó que el cuadro tenía también un tinte de herejía; y como cada uno veía en él el fantasma creado por su imaginación, los eclesiásticos se vieron forzados a cubrir esta tela y devolverla a la veneración de los fieles una vez que la efervescencia de los espíritus se hubo calmado."1

En su obra, Palmieri sostenía que nuestras almas son los ángeles que en la rebelión primitiva no estuvieron en contra de Dios. Esta leyenda que denota su Rabinismo no hubiera podido dar ocasión a los inquisidores para prender una hoguera. Palmieri sostenía también que el alma librada del cuerpo transmigra a través de distintas esferas, antes de llegar al cielo. Bien mirado, si por influencia de este autor Botticelli compartía esa creencia generalizada en la Antigüedad podemos pensar que Leonardo no hablaba, en compañía de su querido Sandro, del canal de la Martesana.

Pero leamos, una vez más, las pinturas de Leonardo.

¿Qué es el Baco? ¿Qué es San Juan? La antigüedad calificó al dios Baco mediante numerosos sobrenombres a fin de aportar una distinción en sus atributos. La Letanía de los dioses de Gemisto Pletón será una poderosa afirmación para justificar nuestras intuiciones acerca de Leonardo, y al mismo tiempo definirá la concepción de los Humanistas a propósito de Baco. Mientras tanto, he aquí realzados algunos epítetos dionisíacos: aquél del que no se deben revelar los misterios (), engendrado en el principio (), el dios de la forma bella ()... A la multiplicidad de epítetos que le convenían, correspondía la variabilidad del canon plástico. En lugar de representarlo según una misma regla hierática, su forma cambió precisamente con los diversos significados de la ideas de las que su imagen era la encarnación. Habría que hacer un estudio muy curioso sobre el tipo artístico de Baco en los Griegos, de él resultaría la prueba de que un cuádruple modo de expresión, simbolizando las cuatro edades de la Vida universal, estuvo en uso. Como emblema de la Primavera se le ve sin barba, los cabellos cayendo en bucles espesos sobre los hombros, es andrógino, como dice Eurípides. Leonardo lo fijó en este momento. El pintor moderno corresponde así a Praxíteles que sustituyó las formas efébicas al viejo tipo barbudo del dios2.

Baco, dios solar, es el creador de la Vida universal sobre la Tierra, es la fuerza generadora del Universo3. Es el Osiris egipcio, también está recubierto de la nébrida, emblema del dios-sol de Egipto, la piel de la nébrida es el cielo, sus manchas, las estrellas. Baco, brillante Phanes, cantado por Orfeo, tiene los dos principios: Liber y Libera; el primero, el calor, principio de creación; el segundo, la humedad, principio de toda vegetación. Es en suma el dios Todo: Pan.

Baco es finalmente el dios del Universo. En las épocas del culto primitivo, se le adoraba en los desiertos, en los bosques sombríos. Leonardo de Vinci explica simbólicamente esta idea colocando su tipo en el seno de un paisaje mientras que el Precursor se destaca sobre un fondo abstracto, o mejor dicho sobre un fondo de tinieblas, porque "la luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la comprendieron4." Notemos aún con cierta atención que Leonardo no tuvo ni por un instante la idea de mostrar al dios particularizado en su atributo de dios de las vendimias, sino al dios de las tradiciones primitivas, al dios total, pues los viejos poetas han dado siempre a Baco por morada los bosques y las montañas.

Conformándose a la idea tradicional, el artista coronó la cabeza divina de hiedra, símbolo de la perpetuidad de la vida; cubrió con una piel de corzo, símbolo del Tiempo, a la divinidad eleusinia, según Nono del que Leonardo había leído el poema sobre Baco o las Dionisíacas5.

Baco se califica dios anacté, es decir, bienhechor; Eustacio reporta, a partir de un comentario sobre el vocabulario de los paganos, la traducción de la palabra esotérica anax: Filius Terræ et Cœli: Baco es Hijo del Cielo y de la Tierra, y es por lo que el poeta de Panópolis, Nono, canta: "Baco, retoño de Júpiter, el único al que Rhea haya tendido su pecho vivificante." En fin, como Plutarco en las Symposíacas6, nos revela que el más joven de los dioses helénicos es el dios de los Judíos y nos muestra las relaciones entre las ceremonias judías y las fiestas báquicas, llegamos a la conclusión del carácter mesiánico de Baco. Para los griegos, Baco es el Mesías,

Es el Verbo; como la Sabiduría era antes de que el mundo fuera, brilló, en el comienzo, el primero en el seno de la tinieblas.

Me parece necesaria una rápida incursión en el dogma dionisíaco. El resultado corroborará las primeras inducciones que me llevaron a dar el título sagrado al personaje místico del Panteón helénico, a establecer su carácter esencialmente mesiánico. Y como Leonardo tiene el cuidado de colocar misteriosamente las manos de sus personajes con gestos indicadores de enigmas, dejémonos conducir por sus índices que serán un precioso recurso para la exégesis de su pensamiento. Nada es más curioso que la posición del índice de las manos en muchos cuadros de Leonardo; mediante este procedimiento dactilológico, los personajes figurados por el Artista cobran vida y hablan.

Escuchemos.

El índice de la mano izquierda, en el Baco, sosteniendo el tirso cuya punta está vuelta hacia el suelo, cuando en el Bautista, el análogo del tirso –la Cruz– está dirigida hacia lo alto, indica con ostentación la misma dirección inferior. El paredro de Ceres –Baco– ¿no parece acaso mostrar los lugares bajos, el interior de la tierra, es decir el antro de los misterios, el spelœum, donde el iniciado, para emplear el estilo pitagórico, descenderá a los infiernos? Ahora bien, Porfirio nos enseña que la gruta de los misterios es un símbolo cosmogónico, es el huevo primordial de donde salió la sustancia andrógina. El antro, dice, es el símbolo del mundo sensible y de todas las energías ocultas puesto que los antros son obscuros y la esencia de esas energías es misteriosa. Por un efecto de la acción divina "el mundo material salía de la envoltura del caos: el caos estaba figurado por el huevo, que era consagrado en los misterios de Baco como el tipo o la imagen de lo que produce y contiene todo7."

Baco es el Demiurgo y la Providencia del Mundo.

Algunas de estas cavernas misteriales estaban pintadas de rojo, las de Alejandría entre otras. ¿Podríamos ver acaso en esta singularidad el motivo por el cual Leonardo coloreó su dibujo en rojo, mientras que San Juan el Precursor, anunciador del divino Oriente, del Sol de Justicia, está teñido de amarillo brillante?

Hago recordar que el Renacimiento tenía una simbólica de los colores. ¿Será porque en las ceremonias báquicas se llevaba el atuendo del dios, pintándolo en rojo? En el simbolismo de la Antigüedad, declara Edelestand du Méril, el rojo representaba la plenitud y el poder de la vida8. ¿O esta coloración será al contrario, motivada a partir del paralelismo entre Baco-Verbo y Baco Primogénito, paralelismo reencontrado entre Jesucristo, Nuevo Adán y Adán Primogénito, sombra proyectada del Adán Celeste? Se sabe en efecto que Adam quiere decir "el rojo" en hebreo. Sea como fuere, el lector se da cuenta de que se impone una conclusión legítima: Evidentemente Leonardo de Vinci al ejecutar estas dos obras –Baco y el Precursor– simultáneamente se hallaba bajo la influencia de una sola idea. Veremos claramente en seguida la calidad de su cristianismo, porque desde ahora, ya podemos al menos afirmar su temperamento religioso.

¿Sería pues lícito atribuir a la fantasía la elección de dos símbolos cuyo significado teosófico es análogo: la mesianidad? ¿Podríamos acaso abandonarnos a esta noción: el Hombre de Genio abandonado al puro capricho de la imaginación como Hombre de Mediocridad? No ignoro que las críticas que son refractarias a las interpretaciones simbólicas de las obras de arte ven las elucidaciones místicas como un fruto de la imaginación. La obra maestra es un prisma, llegan a decir, y como atribuyen una gran parte al coeficiente de inconsciencia en la creación genial, pretenden que la obra maestra contiene, sin saberlo su autor, los elementos para cualquier comentario.

Tales doctrinas son consoladoras para los espíritus inferiores. Ahora bien, yo pretendo, nada menos, que el Genio es la conciencia misma; y este no se qué de desconocido, de misterioso que parece desbordar la envergadura de la inteligencia humana, constituye la parte divina de la concepción suprema de la que el hombre superior se ha vuelto intérprete asimilándosele más o menos íntegramente según la amplitud de sus facultades personales.

He aquí un razonamiento simple para convencer a los espíritus prevenidos. No todas las obras eminentes, entre ellas las de los Maestros, son susceptibles de comentarios simbólicos. ¿No todas las obras maestras serían entonces prismas? En efecto, sólo los Artistas, en posición de dominio sobre los grados jerárquicos de la Inteligencia, dependen del método esotérico; entre ellos, pensador tanto como artista, Leonardo.

Volvamos al significado de sus cuadros.

Orfeo, es algo sabido, introdujo el culto de Baco en Grecia, en la isla de Samotracia y, según todos los mitógrafos, los Órficos conservaron el verdadero espíritu primitivo del mito dionisíaco. Dejémonos conducir por la tradición órfica para conocer mejor la teología báquica. Según esta tradición un dios demiúrgico, Baco, es el dios de los cuatro elementos de la Naturaleza, aquél de la propagación, el dios místico, el dios oculto, deus absconditus. Por otra parte, Bernard de Maufaucon9 afirma con razón que es en honor del hijo de Júpiter y de Sémele que se hacen las ceremonias órficas. ¿Cuál era desde entonces el fin de estas ceremonias? Servius nos responderá: la purificación de las almas10. La moral propuesta por el orfismo se expande definitivamente como doctrina de expiación. Para decir todo en una palabra, la doctrina órfica es una doctrina palingenésica.

Avancemos un poco aún en el estudio de los dogmas enseñados por los misterios antiguos. ¿En qué consistían fundamentalmente? Según los mitologistas antiguos y modernos, se puede concluir que la enseñanza esotérica de esta Teosofía de la que Baco es el tipo sintético más análogo al tipo cristiano, consistía, después de todo, en el conocimiento de un Dios supremo, de la eternidad del alma, en la creencia en la caída original, en la fe en la promesa de un Redentor, en fin, en una rehabilitación personal por medio de la Iniciación. Así, los puntos importantes, objetos de la Revelación, eran enseñados en Eleusis, y en Menfis como en Roma.

El significado íntimo y real de la religión helénica –razón suprema de todas la religiones– se encuentra, se lo ve, en la creencia en la venida de un mediador manifestado bajo una forma humana. Baco, lo repito, es a tal punto el dios que más se acerca al Dios que nosotros los cristianos adoramos, que sería fácil trazar un paralelo entre ambas teologías, cristiana y dionisíaca. En efecto, no olvidemos a San Pablo (I, Cor. X, 11) : "Todas las cosas llegaban a los Antiguos en figuras".

También se les presentaban a los Iniciables los dogmas sagrados bajo emblemas naturales, bajo figuras agrarias o bien aún, bajo fábulas astronómicas. Los iniciadores étnicos fundan todos la institución del matrimonio, enseñan la agricultura, parabolizan en lenguaje solar el tema de las doctrinas tradicionales; la Iniciación hace eco a la Cosmogonía. Todos los iniciadores, digo; Moisés mismo desarrolla una cosmogonía que es una fórmula de iniciación.

El sabio de Fourmont (Acad. Inscript., t. III, p. 7) presenta justamente a Baco y a Ceres como los autores del dogma de la metempsícosis; ahora bien, la metempsícosis es en lenguaje vulgar lo que la palingénesis es en lenguaje esotérico: Ballanche lo recalcó.

"La doctrina de la metempsicosis y de la palingenesia tendía a representar, nos dice Louis Ménard, según Platón en el Fedón, el cuerpo como una prisión del alma, y la vida terrestre como la expiación de un crimen anterior. Para evitar una suerte semejante o peor todavía en otra vida, era preciso purificarse de todas las impurezas. El Dios de los misterios era el Liberador, , el Redentor de las almas; el coro de los astros conducido por Dionisos representaba en su evolución circular el descenso y el ascenso de las almas alternativamente arrastradas a la tierra por la embriaguez de la vida y vueltas a llevar al cielo por la ebriedad del éxtasis. El sol de noche, el corego de las estrellas era el dios de la muerte y de la resurrección11."

Después de haber puesto al desnudo su carácter de Legislador, de Redentor de las almas, veremos que Baco, que según la tradición dio la ley sobre dos tablas, posee igualmente el de Víctima.

El dios helénico, Iniciador, debió soportar el sino de todos los Iniciadores, fue desgarrado, muerto; en las ceremonias orgiásticas los fieles destrozaban un cervato moteado, atributo de Baco, en recuerdo de la dolorosa Pasión del dios que había vertido su sangre para la redención de las almas y la sangre del cervato se vertía, según el rito dionisíaco, para la purificación de los pecados.

Encarnado en el cuerpo el dios sufre y muere, la ley del hombre es la de pasar de la vida a la muerte y de la muerte a la vida integral; esta operación palingenésica se lleva cabo por los méritos del divino sacrificado.

"Morir, dice Plutarco, en un pasaje conservado por Estobeo, es ser iniciado en los grandes misterios y la relación existe entre las palabras como entre las cosas: () la conclusión de la vida, la muerte, , el perfeccionamiento de la vida, la iniciación12."

El lector ya lo sabe, hay mucho que decir sobre Baco y su culto; a pesar del interés me detengo, sería desbordar el cuadro prescrito. No se trata en efecto de estudiar la teología del dios helénico, sino de revelar con ello lo suficiente para caracterizar lo que el símbolo de Leonardo representa. No obstante volveré sobre el tema cuando llegue el momento de situar al Artista en el ambiente intelectual del Renacimiento.

Traducción: Alicia Wiechers 
 

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NOTAS
1 Cesare Cantú. La Reforma en Italia. (Discurso IX). En realidad, el historiador se equivoca. Se trata de la Città di Via, poema que no fue jamás impreso y no de la Vida Civil.
2 O. Muller. Manuel d' Arch., t. II, 1re. part., p. 299.
3 Jablonski. Proleg., cap. 1, p. 2.
4 San Juan (cap. 1, v. 5).
5 Este autor figura en la lista de las obras que fue redactada por Eugene Muntz como constituyendo la biblioteca de Leonardo.
6 Conversaciones de sobremesa, (I-IV, quæst. V).
7 Rolle. Recherches sur le culte de Bacchus. (t. I, p. 141), refiere aquí la opinión de Plutarco.
8 Élements d'archéologie, París, 1862, p. 67.
9 Ant. expl., t. I, 2ª parte, p. 229, ed. 1722.
10 In Georg., lib. 1º, Eneid.; lib. VI.
11 L. Ménard. Du polythéisme, p. 313.
12 Ménard. Du polythéisme.