El
origen de la divina proporción - de la geometría sagrada
- lo mismo que toda cosa perfecta, el hombre de fe lo encuentra en
Dios,
"creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible
e invisible".
Según el Prólogo del Evangelio de San Juan,
"Al principio era el Verbo."
En el mundo de las cosas visibles, la armonía, en
su esencia divina, manifiesta relaciones ideales en su forma visual accesible
a la experiencia sensible. Gracias al encuentro de este fenómeno
de aparición donde Dios se manifiesta, el hombre reconoce la obra
que contiene en sí el sello del Creador.
Dejando aparte la cuestión de las armonías
perfectas de orden cósmico, visibles pues en la naturaleza, en la
creación de las cuales el hombre no ha participado - y que representan
al mismo tiempo los límites y el contexto impuesto a la existencia
terrestre humana -, queda la cuestión de las armonías
perfectas que el hombre ha creado y que crea. En la búsqueda de
una respuesta, dos caminos superpuestos aparecen.
Sobre el primero, estoy tentado de ver la voluntad del
Creador que, creando el hombre a su imagen, lo ha dotado de una capacidad
creadora y de una necesidad interior de expresión. Constatamos que
el hombre, en la historia de su existencia terrestre, en la cumbre de su
creación, ha realizado obras maestras destinadas a la celebración
del nombre de Dios y de su naturaleza divina. Lo que Dios da al hombre,
el hombre creyente y franc-masón se lo devuelve, y, por su devolución,
reconoce en sí la finalidad y el sentido de la existencia humana:
"El Templo de Jerusalén destinado a formar un
emblema universal fue levantado sobre planos trazados por una mano superior
que no fueron invención de ningún hombre."
Sobre el segundo camino, que se supone estar superpuesto
al anterior y que va en el mismo sentido, veo la revelación de la
belleza y de la fuerza verdaderas contenidas en las armonías perfectas
fundadas sobre las proporciones de origen divino. Esta revelación
es la que los profanos designan de ordinario como inspiración. Al
respecto, el ejemplo del plan del Templo que David transmite a su hijo
gracias a la revelación del Espíritu es iluminador. Este
ejemplo es comparado juiciosamente por Jean Ursin con el ejemplo de la
"Morada" de la que Yahveh ha dicho a Moisés:
"¡Según todo lo que te muestro como modelo
fiel de la Morada, y como el modelo de todo su mobiliario, así harás!"
La revelación, que considero como la consciencia de
una idea en su totalidad, fruto de la intuición, escapa muy evidentemente
a cada forma de conocimiento fundada sobre la lógica clásica
y sobre los métodos científicos.
Visto a través del prisma del razonamiento franc-masónico,
bajo la acción de energías escondidas, puestas en una relación
particular e inaccesibles a una aproximación del conocimiento clásico
y del razonamiento puramente científico, el ejemplo de la divina
proporción, el más extendido, se refleja en lo que se llama
el número de oro. Su utilización en la arquitectura del Egipto
antiguo, en la Grecia antigua u otra, ha dado templos de aspecto estético-plástico
indudablemente armoniosos.
Desde un punto de vista matemático, el número
de oro es aproximadamente igual a 1,618. Su expresión matemática
es:
5 + 1
2
es decir que se debe tomar el único número
positivo que multiplicado por sí mismo da 5, al cual se le llama
la raíz cuadrada de 5, se le añade 1, y se divide por 2.
Tiene ciertas propiedades matemáticas curiosas, como ésta:
si se considera un "gran" rectángulo cuya longitud dividida por
la anchura es igual al número de oro, se le puede cortar en dos
en el sentido de la anchura y obtener un cuadrado de lado igual a la anchura
inicial, y un pequeño rectángulo cuya longitud dividida por
la anchura es también el número de oro. El número
de oro es el único número que tiene esta propiedad.
Este hecho matemático interesante, según
el cual el número de oro es el único número que tiene
esta propiedad, puede mostrar, justamente por su singularidad, el origen
divino de la armonía fundada en la proporción expresada matemáticamente
por este número o por un rectángulo de proporciones dadas,
lo que es en sí una forma geométrica.
En el mundo de la ciencia, la geometría pertenece
a la disciplina de los matemáticos quienes la definen como "la ciencia
y el estudio de los espacios". Hasta el siglo XVIII, la geometría
fue la de Euclides, llamada "clásica"; se sustentaba en las definiciones
y los postulados de Euclides, y en otros axiomas imaginados por la observación
y la intuición. Fue al final del siglo XIX cuando Hilbert dio fundamentos
más sólidos hallando un sistema de axiomas verdaderamente
matemáticos. Uno de estos axiomas es el "quinto postulado de Euclides"
que dice:
"dados una recta D y un punto P del plano, existe una
única recta que pase por este punto y sea paralela a D."
Modificando este axioma, se obtiene o bien la geometría
proyectiva (geometría de un espacio cuyos elementos no son puntos,
sino rectas), o bien la geometría de Riemann (llamada geometría
elíptica) que se sitúa en un espacio que tendría las
mismas propiedades que la superficie de una esfera, o bien la geometría
hiperbólica de Lobatchevski-Bolyal, en la que el plano es reemplazado
por una especie de silla de montar.
Hoy día se considera que el estudio de las transformaciones
del espacio es una parte importante de la geometría, lo mismo que
el estudio de las superficies (geometría diferencial), o también
de las curvas de ciertas funciones particulares (geometría algebraica).
A la luz de los Franc-Masones, las formas de las propiedades
geométricas tienen otro significado tanto en el plano simbólico
como en el plano energético, ambos indisolubles.
Y justamente en el espejo de esta luz, esas formas, independientemente
de los matemáticos y de los valores estéticos que pueden
llenarlas, manifiestan, en el contexto de la utilización artística
(arquitectura, pintura, escultura, gravado... ), una dimensión profunda,
que sobrepasa las dimensiones semánticas del significado habitual,
refiriéndose a lo que es sagrado, en lo cual encuentran su plenitud.
En la primera parte del libro ya citado de Jean Ursin,
en la capítulo La historia legendaria del oficio que
concierne a "las siete ciencias", se encuentra:
"Todos describen las siete ciencias liberales en un orden
a veces diferente. En la Edad Media, los escolásticos las dividían
en dos partes:
1. El trivium, que comprendía la gramática,
la retórica y la dialéctica.
2. El quadrivium, la aritmética, la geometría,
la música y la astronomía.
Todos nuestros autores están de acuerdo para hacer
de la geometría la primera de las ciencias:
"... gracias a la buena geometría, este honesto
oficio que es la buena masonería fue así constituido y creado"
Regius, 19 - 20 - 21.
Por otra parte, el mismo autor evoca a "Euclides, alumno
de Abraham" donde escribe:
"Después se llega a Euclides, ese matemático
griego que vivía en Alejandría en el siglo III a. de C. ¡No
es sin sorpresa que se lee que Euclides, "nuestro noble sabio Euclides",
fue en Egipto alumno de Abraham! Abraham acompañado de su mujer
Sara fue al país de Canaán, y se vio apremiado por el hambre
a refugiarse en Egipto, pues, como lo dice la crónica, "Abraham
era hombre prudente y gran sabio. Conocía todas las VII ciencias
y enseñó a los Egipcios la ciencia de la geometría".
Por fin, más adelante se encuentra en la misma obra:
"Retengamos que para todos, la geometría es, si
no la madre de las otras seis, al menos la primera."
Regius: "La geometría permite discernir
con certeza lo verdadero de lo falso."
El William Watson dice lo mismo y, más que
el Cooke, hace gala de una cierta pedantería exponiendo la
etimología de este término en un latín aproximado.
Dumfries IV repite casi lo mismo que el Cooke:
"ninguna actividad humana es posible sin pesar ni medir", dicho de otro
modo, sin la geometría "ninguna ciencia sirve a los hombres para
medir".
"En conclusión, la geometría es el fundamento
de todas las ciencias."
Rebasando su papel en la masonería operativa, en el
dominio de la construcción, la geometría está enraizada,
en nombre de su origen, lo mismo que la divina proporción, en el
Ser sagrado y en su plenitud. Así, en el contexto de la simbólica
Franc-Masónica, las formas geométricas (como la esfera por
ejemplo) designan a Dios.
"Dios es una esfera cuyo centro está en todas
partes y la circunferencia en ninguna."
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