Adrian Snodgrass es arquitecto y profesor de la Universidad de Sidney, Australia. Entre sus obras: The Symbolism of the Stupa (Cornell University, Ithaca, N. Y. 1985 y Motilal Banarsidass, Delhi 1992); Tha Matrix and Diamond World Mandalas in Shingon Buddhism (N. Delhi 1988); y Architecture, Time and Eternity, studies in the stellar and temporal symbolism of traditional buildings en dos volúmenes (Aditya Prakashan, New Delhi 1990). En la página América Indígena (http://americaindigena.com) se encuentran otros textos suyos sobre Mesoamérica. |
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La ciudad del Cercano
Oriente
Las ciudades mesopotámicas, como Ecbátana(1) y Uruk, eran cosmológica y estelarmente importantes; cada una de sus murallas concéntricas estaba pintada del color de uno de los siete planetas y correspondía a una esfera planetaria o cielo, gobernado y movido por un dios. El dios supremo de estos planetas era Ashur, el Sol, cuyo poder emanaba del centro y era transferido cada diez días de un dios estelar al siguiente por mensajeros alados (griego: angeloi, "ángeles"). El poder de los dioses planetarios era proporcional a su proximidad con el Sol y, por consiguiente, las alturas de las murallas aumentaba a medida que se acercaban al centro. Cada esfera planetaria y cada una de las murallas, construidas a semejanza de esas esferas, era un nivel de iniciación, y los iniciados ascendían de un nivel al siguiente, pasando por ritos de purificación en cada nivel;(2) de esta manera se aproximaban al centro de la ciudad, en la que se alzaba un palacio en torre que representaba la Montaña Cósmica, el eje del universo y el punto central de los giros de los planetas. Las almenas de las murallas delineaban ondulados pasadizos dibujados por los movimientos de los siete planetas sobre la franja de la eclíptica, mientras que los picos y hondonadas de estos dibujos sinusoides significaban los aspectos complementarios: la luz y la oscuridad, y lo benéfico y lo maléfico del paso del planeta;(3) también señalaban las sucesivas posiciones de la salida del planeta en el horizonte celeste. A fin de destacar su relación estelar ornamentaban las almenadas murallas con rosetones que semejaban estrellas. El zigurat de siete pisos era un duplicado del simbolismo cosmo-cronográfico de la ciudad mesopotámica de siete murallas. Los siete pisos del zigurat y las siete murallas de la ciudad son simbólicamente equivalentes: los siete niveles son las murallas de la ciudad que se hallan retraídas y comprimidas en la Montaña-torre central; o a su vez las murallas de la ciudad son una expansión o despliegue de los niveles del zigurat. Los siete escalones del zigurat, revestidos con ladrillos vidriados de siete colores, son los siete planetas, las siete zonas de la Tierra, los siete Cielos y los siete peldaños de ascenso hacia el Cielo.(4) Cada uno de estos cuatro planetas -Júpiter, Mercurio, Marte y Saturno- rige sobre una dirección en el simbolismo astronómico de la Mesopotamia. No dividen simultáneamente el espacio celeste: el cuadrado de las direcciones que ellos presiden no se define simultáneamente sobre el horizonte terrestre sino sucesivamente sobre el ecuador celeste durante el ciclo anual. Su gobierno de los cuatro sectores se vincula con el desplazamiento del Sol: aparecen en los puntos críticos cuando el Sol cambia de dirección, o sea, en los puntos del solsticio y del equinoccio, los cuales corresponden cosmológicamente a los puntos cardinales. El esquema cosmológico mesopotámico se completaba con los otros tres planetas: Venus, el Sol y la Luna. Venus era la Reina del Cielo, la Madre Diosa, ubicada en el ápice del Cielo; el Sol se hallaba en el centro, y la Luna en el nadir.(5) Como simulacros de esta cuatripartita estructura de los Cielos, las ciudades mesopotámicas y los campamentos militares eran divididos en cuatro por dos caminos axiles que se dirigían hacia las posiciones del horizonte durante el solsticio y el equinoccio, regidas por los cuatro planetas de esos puntos cardinales.(6) La ciudad mesopotámica es una cruz tridimensional: los cuatro brazos del plano horizontal corresponden a estos cuatro planetas: Júpiter, Mercurio, Marte y Saturno; los dos brazos del plano vertical corresponden a Venus y la Luna, y en el centro, en el que los brazos se juntan, se ubican el séptimo planeta y el séptimo rayo, o sea, el Sol. Las ciudades y los campamentos militares de las otras civilizaciones del Cercano Oriente muestran característicamente el mismo ordenamiento en cruz. Son variantes que expresan esquemas cosmológicos similares. Un ejemplo de este tipo es la ciudad de Darabjird, que tiene un plano circular dividido en cuatro secciones por calles que se irradian y terminan en amurallados pórticos en los puntos cardinales. La ciudad sasania de Firuzabad y muchos castillos del Cercano Oriente tienen un plano similar.(7) La arquitectura del reino cósmico
El simbolismo del rey cósmico, como punto central e inmóvil de los Cielos que giran es traduce directamente en las formas arquitectónicas. Los palacios de estos monarcas se alzaban en el centro de la ciudad y del reino, tal como el Sol se halla en el centro del cielo. En el centro del palacio se hallaba la sala del trono, que era un salón cuya construcción cuadrangular y orientación eran a imagen de la cuadratura terrestre gobernada por el soberano. El trono solar se alzaba directamente debajo del ápice de una cúpula o baldaquino azul oscuro, como el cielo nocturno, y salpicado de doradas estrellas a imagen de la bóveda celeste. El rey sentado en su trono, en el centro de la ciudad y del reino, es para los pueblos de las civilizaciones del Cercano Oriente, la imagen terrena del Sol en el centro de las estrellas que giran. "Mi reino, con sus satrapías y provincias rodeando la capital, y la corte, con ministros y vasallos en torno del rey, reflejan el trazado de las estrellas en el cielo. La capital es un templo solar, el trono del rey es el asiento del Sol, y su corte semeja las estrellas que giran en torno del centro celeste".(9) Todas las culturas del Cercano Oriente brindan ejemplos de esas salas solares y cósmicas. Un ejemplo famoso es la sala del trono correspondiente al rey persa Khosrau Parves, del siglo VII. El trono giraba recorriendo las estaciones y los signos del zodíaco. Sobre ese trono se alzaba una cúpula de lapislázuli y oro, cuyas piedras preciosas eran un ornamento que representaba a las estrellas fijas, los signos zodiacales, los planetas y la Luna, todos ellos girando en sus órbitas. Este trono, que era a la vez planetario, comunicaba los horóscopos, las horas del día y las posiciones actuales de los cuerpos celestes. La imagen de Khosrau estaba en el centro del abovedado techo del palacio, y el Sol, la Luna y los planetas giraban alrededor de él. El Templo del Fuego tenía similar disposición(10). Persépolis: La ciudad del
combate entre el León y el Toro
A la constelación del León se la asocia con el Sol. Cuando el León está en su ascendente en los Cielos, el Sol se halla en su máxima potencia, volviendo árida la tierra y produciendo sequía y destrucción. En cambio, a la constelación del Toro, con sus cuernos representando la media luna, se la asocia con la Luna, que produce frescura y humedad. Las lluvias vuelven para reaprovisionar a la tierra seca cuando el Toro vence al León. Persépolis es una ciudad sagrada, una civitas dei, que funciona exclusivamente como sede de las hierofanías de Ahur Mazda, señaladas por los movimientos de las estrellas. Los bajorrelieves muestran procesiones de enviados de veintitrés naciones que transportan tributos para el Dios supremo. Las grandes salas de recepción se abren hacia los puntos cardinales para permitir que la divina refulgencia brille hacia los extremos de la Tierra. Las hileras de columnas que semejan palmeras forman los sagrados bosques del Arbol de la Vida que, identificado con los rayos del Sol que iluminan el horizonte antes de su salida, separa las constelaciones de Leo y Escorpio de las de Tauro e Ibice. Los capiteles de esas columnas-palmeras del pórtico y de los tres pilares de acceso rematan en toros que representan la constelación de Tauro, cuyo aspecto anuncia cada año la renovación de la vegetación y el reverdecer de la palmera, el Arbol de la Vida.(18) Las escalonadas almenas sobre las murallas de Persépolis no son defensivas y su función es meramente simbólica. Tal como ocurre en la ciudad mesopotámica, representan los movimientos sinusoides de los planetas en la eclíptica; considerados por separado, cada uno también representa la Montaña sagrada, cuyo surgimiento, según las mitologías, fue el prístino acto creador. La Montaña es fuente de fertilidad: cuando Leo se hallaba en ascendente, los dioses de la fertilidad se recogían en la Montaña, permaneciendo allí prisioneros hasta ser convocados ritualmente cuando el Toro se eleva sobre el horizonte. Cuando el Toro asciende al cielo, los dioses salen de la Montaña y la Tierra vuelve a la vida. Las almenas de la Montaña muestran un panel grabado; los dioses de la fertilidad entran en la Montaña por este acceso en la época del León y vuelven a salir en la época del Toro.(19) Las hileras de almenas, reiteradas imágenes de la Montaña Cósmica, son los ciclos de años, el recurrente drama de la muerte y la renovación. La orientación en el Cercano
Oriente
Los babilonios también orientaban sus edificios hacia el sur. De cara hacia el sur, el sacerdote babilónico dividía los Cielos en cuatro regiones; cada una se relacionaba con un mes y un día del año: los días y meses primero, quinto y noveno, y todos los que siguen en la serie, pertenecían al sur; en el oeste estaban los días y meses segundo, sexto y décimo de esta segunda serie; y así sucesivamente con las otras direcciones. Según la mitología babilónica, el norte y el sur corresponden a los polos superior e inferior del universo; la palabra que significa "norte" es isilthanu, "región sublime"; y la corriente llevó al Arca hacia la cima de la montaña que estaba situada en el norte. Sin embargo, en sus ceremonias rituales, los babilonios se volvían hacia el sur porque el Dios creador y civilizador de los humanos, Mummu o Ea, el dios de los abismos, surgió como Hombre-Pez de las Aguas cósmicas que se hallaban en el sur, y las regiones más meridionales de Babilonia fueron las primeras en adquirir un carácter cósmico; el hombre y Dios se encontraron por primera vez en el sur y, por consiguiente, los babilonios se volvían hacia el sur rememorando este primer encuentro.(23) El simbolismo del Sol en la arquitectura
egipcia
La salida del Faraón del interior del templo por los pilones era la salida del Sol naciente. Este simbolismo guarda relación con una compleja mitología. Las grandes salas del templo de Egipto, con sus columnas en forma de papiros, representaban los "Juncales" celestes, la tierra del Sol naciente, más allá del horizonte oriental. El Faraón, sentado en la Barca del Dios-Sol, era transportado por la sala, desde el santuario interior, para simular el paso del Sol Naciente, equiparado con el Supremo Dios Ra y con Aton, el "Completo". El Sol Naciente ilumina las tinieblas primordiales y separa las Aguas; su salida es el surgimiento del primordial "Montículo del Tiempo Primero", la primera tierra en aparecer desde los abismos de las Aguas y la morada del Dios Supremo, fuente de luz. A la manera de los montículos que surgen cada año y hacen brotar hierbas y múltiples formas cuando las torrentosas aguas del Nilo retroceden, ese Montículo es el origen de todo lo que tiene vida. Durante los ritos fúnebres de un Faraón fallecido, que se celebraban dentro de la pirámide, ponían su estatua sobre un montículo de arena, el cual representaba al Montículo Prístino, y recitaban una plegaria indicándole que ascendiera por ese montículo para que el Sol le saludara. Ese Montículo es la Montaña del Mundo, por la que el rey asciende para encontrarse con el Dios Sol.(25) Ese Montículo que emerge es el amanecer de la Luz; la diaria salida del Sol es una repetición de la original iluminación cosmogenética. En Heliópolis, que fue construida sobre el Monte Cósmico, sitio en el que el cosmos emergió del Abismo, la luz del Sol naciente se reflejó desde un piramydion sobre la parte superior de una columna, pues en la simbología védica el amanecer es un Dios-puntal, con el Sol en su ápice. El Sol que aparece y el Montículo que se eleva de las Aguas coincide con la aparición del ave de la luz, el Fénix, que se enciende sobre la piedra ben-ben, en Heliópolis, y con su reclamo inicia la vida y los ciclos del tiempo. Cuando el Fénix hace su reclamo, "declara todo lo que existe y todavía no existe".(26) El Fénix sobre la piedra sagrada de Heliópolis es brillo de la primera luz; es el ave-Sol que dice: "Puedo ver exactamente allende los lindes de las tinieblas, puedo contemplarlo todo exactamente allende las Aguas Prístinas"(27) y "Yo soy el gran ave Benu (Fénix) de Heliópolis, la que decide qué existe y qué no ha de existir".(28) La aparición de la luz y la vida se equipara con el reclamo del Ave Fénix, "el hálito de vida que surgió del cuello del ave Benu, el hijo de Ra en quien Aton apareció en la nada, en la infinitud, en la oscuridad y en el sitio inexistente del tiempo original"(29). Su grito quiebra el silencio de la noche primordial. El Fénix es el Logos, la declaración del destino; es la primera manifestación del Dios Supremo; su llamado instituye los ciclos del tiempo, y el templo del Fénix, en Heliópolis, era el centro regulador de los calendarios; es representado por el planeta Venus, la Estrella Matutina que anuncia la salida del Sol; es la Deidad manifiesta en el tiempo; abarca a Aton-Ra, Shu y Osiris; su vuelo engloba al mundo "sobre océanos, mares y ríos"; y él viene de la "Isla de Fuego", el lugar de la luz eterna que se halla más allá del horizonte, donde el Sol sale cada día.(30) La salida del Sol en el principio del mundo se repetía todos los días al amanecer y todos los meses con la aparición de la Luna Nueva. En su ceremonia de coronación, al nuevo Faraón lo saludaban como el Sol naciente; y el renacimiento del alma después de la muerte era saludado con la salida del Sol.(31) El alma victoriosa podía decir:
El Faraón, que salía atravesando los pilones del templo o palacio, era el Sol al amanecer, una epifanía que era una réplica de la cosmogénesis y de la alborada del tiempo. Su aparición en la entrada se equiparaba con la del Sol-puntal, afín al Montículo Primordial, separando así al cielo de la Tierra y permitiendo la expansión del espacio y del tiempo y la manifestación de la vida y las formas. El Montículo Primordial era el modelo de las regias tumbas piramidales de Menfis y el centro del culto de Ptah (o Tah).(33) Ptah era una divinidad gigantesca y enana a la vez.(34) Como gigante era el Montículo Primordial y también la Vía Láctea, el Río Celeste y el equivalente celestial del Nilo. La Vía Láctea reposaba sobre las Aguas Primordiales -Nun- las mismas desde las que apareció el Montículo Primordial en el principio. El enano Ptah es una estrella de la religión circumpolar del cielo; es eterna porque nunca desaparece debajo del horizonte.(35) El rey difunto, identificado con Ptah, era sepultado dentro de la pirámide como representación del Montículo; su alma, viajando ascendentemente hacia las regiones septentrionales del cielo, se fundía en la estrella del enano Ptah, y así alcanzaba la inmortalidad. La principal (y a menudo) única entrada de la pirámide se hallaba en el lado norte, enfocada hacia las estrellas circumpolares.(36) La orientación egipcia
Los edificios egipcios se orientaban astronómicamente. Numerosas inscripciones de templos dicen que los "tendedores de cuerdas" hacían las trazas de los templos tomando como referencia a las estrellas. Por ejemplo, una inscripción del templo de Dendera dice esto describiendo al rey egipcio: "el Dios viviente, el magnífico hijo de Thoth (Asti), alimentado por la diosa sublime (Hathor) en el templo del país soberano, tiende la cuerda con alegría. Con su mirada en la mitad del Muslo de la Constelación del Toro (la Osa Mayor), él establece la casa-templo de la Amante de Dendera, como tuvo lugar anteriormente." Entonces el rey dice:
Las mastabas, orientadas hacia los puntos cardinales, tienen a veces una puerta falsa en el ángulo noreste, indicando la dirección que el alma ha de tomar para llegar a Aalon, la morada celestial de Osiris, que está ubicada en la parte noreste del cielo.(45) Se asignan numerosas alineaciones a la Gran Pirámide de Gizeh y, aunque la mayor parte de lo que se afirma es extravagante, dudoso o totalmente erróneo, unas pocas aseveraciones están fuera de discusión. La pirámide se halla exactamente alineada sobre ejes este-oeste y norte sur(46) y, como ya lo dijimos, el denominado "fuste de ventilación", que corre desde la cámara del Rey hacia la cara norte, apunta hacia el polo norte celestial, la morada del Dios Supremo Ptah y el punto central de las estrellas circumpolares que representaban las almas de quienes habían alcanzado la vida eterna.(47) Un segundo fuste, que corre hacia la cara sur de la pirámide, apunta hacia el tránsito de Alnilam, la estrella central del cinturón de Orión, en la que estaba situada la morada de los difuntos.(48) Traducción
Héctor V. Morel
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