Adrian Snodgrass es arquitecto y profesor de la Universidad de Sidney, Australia. Entre sus obras: The Symbolism of the Stupa (Cornell University, Ithaca, N. Y. 1985 y Motilal Banarsidass, Delhi 1992); Tha Matrix and Diamond World Mandalas in Shingon Buddhism (N. Delhi 1988); y Architecture, Time and Eternity, studies in the stellar and temporal symbolism of traditional buildings en dos volúmenes (Aditya Prakashan, New Delhi 1990). En la página América Indígena (http://americaindigena.com) se encuentran otros textos suyos sobre Mesoamérica.
Antología de Textos Herméticos
EL SIMBOLISMO ASTRONOMICO EN LA ARQUITECTURA DEL CERCANO ORIENTE
ADRIAN SNODGRASS
La ciudad del Cercano Oriente  
Las ciudades mesopotámicas, como Ecbátana(1) y Uruk, eran cosmológica y estelarmente importantes; cada una de sus murallas concéntricas estaba pintada del color de uno de los siete planetas y correspondía a una esfera planetaria o cielo, gobernado y movido por un dios. El dios supremo de estos planetas era Ashur, el Sol, cuyo poder emanaba del centro y era transferido cada diez días de un dios estelar al siguiente por mensajeros alados (griego: angeloi, "ángeles"). El poder de los dioses planetarios era proporcional a su proximidad con el Sol y, por consiguiente, las alturas de las murallas aumentaba a medida que se acercaban al centro. Cada esfera planetaria y cada una de las murallas, construidas a semejanza de esas esferas, era un nivel de iniciación, y los iniciados ascendían de un nivel al siguiente, pasando por ritos de purificación en cada nivel;(2) de esta manera se aproximaban al centro de la ciudad, en la que se alzaba un palacio en torre que representaba la Montaña Cósmica, el eje del universo y el punto central de los giros de los planetas. Las almenas de las murallas delineaban ondulados pasadizos dibujados por los movimientos de los siete planetas sobre la franja de la eclíptica, mientras que los picos y hondonadas de estos dibujos sinusoides significaban los aspectos complementarios: la luz y la oscuridad, y lo benéfico y lo maléfico del paso del planeta;(3) también señalaban las sucesivas posiciones de la salida del planeta en el horizonte celeste. A fin de destacar su relación estelar ornamentaban las almenadas murallas con rosetones que semejaban estrellas.  

El zigurat de siete pisos era un duplicado del simbolismo cosmo-cronográfico de la ciudad mesopotámica de siete murallas. Los siete pisos del zigurat y las siete murallas de la ciudad son simbólicamente equivalentes: los siete niveles son las murallas de la ciudad que se hallan retraídas y comprimidas en la Montaña-torre central; o a su vez las murallas de la ciudad son una expansión o despliegue de los niveles del zigurat. Los siete escalones del zigurat, revestidos con ladrillos vidriados de siete colores, son los siete planetas, las siete zonas de la Tierra, los siete Cielos y los siete peldaños de ascenso hacia el Cielo.(4)  

Cada uno de estos cuatro planetas -Júpiter, Mercurio, Marte y Saturno- rige sobre una dirección en el simbolismo astronómico de la Mesopotamia. No dividen simultáneamente el espacio celeste: el cuadrado de las direcciones que ellos presiden no se define simultáneamente sobre el horizonte terrestre sino sucesivamente sobre el ecuador celeste durante el ciclo anual. Su gobierno de los cuatro sectores se vincula con el desplazamiento del Sol: aparecen en los puntos críticos cuando el Sol cambia de dirección, o sea, en los puntos del solsticio y del equinoccio, los cuales corresponden cosmológicamente a los puntos cardinales. El esquema cosmológico mesopotámico se completaba con los otros tres planetas: Venus, el Sol y la Luna. Venus era la Reina del Cielo, la Madre Diosa, ubicada en el ápice del Cielo; el Sol se hallaba en el centro, y la Luna en el nadir.(5)  

Como simulacros de esta cuatripartita estructura de los Cielos, las ciudades mesopotámicas y los campamentos militares eran divididos en cuatro por dos caminos axiles que se dirigían hacia las posiciones del horizonte durante el solsticio y el equinoccio, regidas por los cuatro planetas de esos puntos cardinales.(6) La ciudad mesopotámica es una cruz tridimensional: los cuatro brazos del plano horizontal corresponden a estos cuatro planetas: Júpiter, Mercurio, Marte y Saturno; los dos brazos del plano vertical corresponden a Venus y la Luna, y en el centro, en el que los brazos se juntan, se ubican el séptimo planeta y el séptimo rayo, o sea, el Sol.  

Las ciudades y los campamentos militares de las otras civilizaciones del Cercano Oriente muestran característicamente el mismo ordenamiento en cruz. Son variantes que expresan esquemas cosmológicos similares. Un ejemplo de este tipo es la ciudad de Darabjird, que tiene un plano circular dividido en cuatro secciones por calles que se irradian y terminan en amurallados pórticos en los puntos cardinales. La ciudad sasania de Firuzabad y muchos castillos del Cercano Oriente tienen un plano similar.(7)  

La arquitectura del reino cósmico  
El plano en cruz, correspondiente a la antigua ciudad del Cercano Oriente, expresa el simbolismo del reino cósmico. El rey del Cercano Oriente, llamado "Eje y Polo del mundo", es el reflejo terrestre del Sol quieto que se halla en el centro de los cielos que giran y que es punto central del universo. Por ejemplo, el soberano de Babilonia, es la imagen terrestre del dios Marduk, el "Sol de Babilonia", y se lo denomina "Rey del Universo" y "Rey de los Cuatro Cuadrantes del Mundo"; es el cosmocrator, el pontífice, que combina el poder real con la autoridad sacerdotal, el regulador astral que todo lo determina, y "devana" y mide el destino de los hombres. De manera parecida, el rey sasanio era "Hermano del Sol y la Luna", y en sus ceremonias los gobernantes asirios imitaban los movimientos del Sol, y agregaban a sus títulos el nombre del dios solar. Se los representa con los atributos del Sol, el disco, la estrella Ishtar, el león y la media luna. A los reyes hititas los llamaban "Soles" y los representaban con discos alados que simbolizaban al Sol.(8) Los Faraones egipcios eran Soles, descendientes de Ra y Horus. Su coronación es la salida del Sol Ra. Sostienen el cetro con forma de rayo, que simboliza al Sol. Los reyes partos de Persia, con nombre solar, eran vicarios, dueños escogidos de hvarena, que era la gloria conferida por los dioses y el Sol.  

El simbolismo del rey cósmico, como punto central e inmóvil de los Cielos que giran es traduce directamente en las formas arquitectónicas. Los palacios de estos monarcas se alzaban en el centro de la ciudad y del reino, tal como el Sol se halla en el centro del cielo. En el centro del palacio se hallaba la sala del trono, que era un salón cuya construcción cuadrangular y orientación eran a imagen de la cuadratura terrestre gobernada por el soberano. El trono solar se alzaba directamente debajo del ápice de una cúpula o baldaquino azul oscuro, como el cielo nocturno, y salpicado de doradas estrellas a imagen de la bóveda celeste. El rey sentado en su trono, en el centro de la ciudad y del reino, es para los pueblos de las civilizaciones del Cercano Oriente, la imagen terrena del Sol en el centro de las estrellas que giran. "Mi reino, con sus satrapías y provincias rodeando la capital, y la corte, con ministros y vasallos en torno del rey, reflejan el trazado de las estrellas en el cielo. La capital es un templo solar, el trono del rey es el asiento del Sol, y su corte semeja las estrellas que giran en torno del centro celeste".(9)  

Todas las culturas del Cercano Oriente brindan ejemplos de esas salas solares y cósmicas. Un ejemplo famoso es la sala del trono correspondiente al rey persa Khosrau Parves, del siglo VII. El trono giraba recorriendo las estaciones y los signos del zodíaco. Sobre ese trono se alzaba una cúpula de lapislázuli y oro, cuyas piedras preciosas eran un ornamento que representaba a las estrellas fijas, los signos zodiacales, los planetas y la Luna, todos ellos girando en sus órbitas. Este trono, que era a la vez planetario, comunicaba los horóscopos, las horas del día y las posiciones actuales de los cuerpos celestes. La imagen de Khosrau estaba en el centro del abovedado techo del palacio, y el Sol, la Luna y los planetas giraban alrededor de él. El Templo del Fuego tenía similar disposición(10) 

Persépolis: La ciudad del combate entre el León y el Toro  
La ciudad de Persépolis no fue capital ni morada permanente del rey sino que existía solamente como centro ceremonial, habitada únicamente con motivo de los grandes ritos celebratorios de la batalla anual del León y el Toro, representados en las murallas de la ciudad en muchos relieves que muestran a ambos animales en mortal combate.(11) Este combate entre el León y el Toro se refiere a las alternadas apariciones de las constelaciones de Leo y Tauro, coincidentes con las estaciones de verano e invierno. Las divisiones y subdivisiones del año eran indicadas, en la Mesopotamia, por las salidas y puestas helíacas de destacadas estrellas. En el año 4000 antes de Cristo, la salida helíaca de las Pléyades, las principales estrellas(12) de la constelación de Tauro,(13) anunciaban el paso del Sol por el ecuador de norte a sur en el equinoccio de primavera; la salida helíaca de Régulo (la "Estrella Regia"), la principal de la constelación de Leo, anunciaba la posición más alta del Sol en el trópico norte, o sea, el solsticio de verano; la salida helíaca de Antares, la estrella principal de Escorpio, presagiaba el equinoccio de otoño; y la salida helíaca del Rectángulo de Pegaso,(14) las principales estrellas de la constelación de Ibex (Ibice),(15) anunciaba el solsticio de invierno. La puesta helíaca de las Pléyades,(16) que desaparecían para permanecer invisibles durante cuarenta días antes de reaparecer en su salida helíaca para anunciar el equinoccio de primavera, indicaba la época primaveral de labranza. En la puesta helíaca de las Pléyades, Régulo, que tiene una separación de 90 grados respecto de ellas, culmina aproximadamente en los 8" del cenit. O sea que la constelación de Leo se halla en el ápice del cielo y domina los Cielos cuando Tauro (el Toro) desaparece debajo del horizonte. Cuarenta días después, Tauro (el Toro) aparece de nuevo y gradualmente cobra fuerza, elevándose más alto en el cielo cuando Leo (el León) se hunde por el horizonte hasta que, a su vez, tiene su puesta helíaca en la época en que Antares está culminando y Acuario (y el Ibice) se elevan acrónicamente, o sea, en su última salida visible en el crepúsculo vespertino. Entonces, a su vez, Antares se hunde cuando Acuario se eleva hacia su culminación y las Pléyades se elevan acrónicamente; y al final, el Rectángulo de Pegaso de la constelación de Acuario (el Ibice) tiene su puesta helíaca cuando las Pléyades están culminando y Leo se eleva acrónicamente. En ese tiempo vuelve a comenzar otra vez el combate entre el León y el Toro. La batalla del León y el Toro divide, pues, al año en cuatro fechas intermedias que corresponden al año agrícola, precediendo a los equinoccios y solsticios entre treinta y cuarenta días.(17)  

A la constelación del León se la asocia con el Sol. Cuando el León está en su ascendente en los Cielos, el Sol se halla en su máxima potencia, volviendo árida la tierra y produciendo sequía y destrucción. En cambio, a la constelación del Toro, con sus cuernos representando la media luna, se la asocia con la Luna, que produce frescura y humedad. Las lluvias vuelven para reaprovisionar a la tierra seca cuando el Toro vence al León.  

Persépolis es una ciudad sagrada, una civitas dei, que funciona exclusivamente como sede de las hierofanías de Ahur Mazda, señaladas por los movimientos de las estrellas. Los bajorrelieves muestran procesiones de enviados de veintitrés naciones que transportan tributos para el Dios supremo. Las grandes salas de recepción se abren hacia los puntos cardinales para permitir que la divina refulgencia brille hacia los extremos de la Tierra.  

Las hileras de columnas que semejan palmeras forman los sagrados bosques del Arbol de la Vida que, identificado con los rayos del Sol que iluminan el horizonte antes de su salida, separa las constelaciones de Leo y Escorpio de las de Tauro e Ibice. Los capiteles de esas columnas-palmeras del pórtico y de los tres pilares de acceso rematan en toros que representan la constelación de Tauro, cuyo aspecto anuncia cada año la renovación de la vegetación y el reverdecer de la palmera, el Arbol de la Vida.(18)  

Las escalonadas almenas sobre las murallas de Persépolis no son defensivas y su función es meramente simbólica. Tal como ocurre en la ciudad mesopotámica, representan los movimientos sinusoides de los planetas en la eclíptica; considerados por separado, cada uno también representa la Montaña sagrada, cuyo surgimiento, según las mitologías, fue el prístino acto creador. La Montaña es fuente de fertilidad: cuando Leo se hallaba en ascendente, los dioses de la fertilidad se recogían en la Montaña, permaneciendo allí prisioneros hasta ser convocados ritualmente cuando el Toro se eleva sobre el horizonte. Cuando el Toro asciende al cielo, los dioses salen de la Montaña y la Tierra vuelve a la vida. Las almenas de la Montaña muestran un panel grabado; los dioses de la fertilidad entran en la Montaña por este acceso en la época del León y vuelven a salir en la época del Toro.(19) Las hileras de almenas, reiteradas imágenes de la Montaña Cósmica, son los ciclos de años, el recurrente drama de la muerte y la renovación.  

La orientación en el Cercano Oriente  
De acuerdo con la modalidad de la mayoría de las ciudades del Cercano Oriente, como por ejemplo Ur, Uruk, Khorsabad, Babilonia, Nippur y Dur-Untash, Persépolis es cuadrada y axial, y se orienta hacia direcciones intermedias, de modo que quienes llegan a ella apuntan hacia los puntos cardinales.(20) Sin embargo, los templos y palacios persas suelen dar hacia el sur. La orientación tiene significado mítico. En el Zend Avesta, Ahura Mazda y Arhimán representan los polos de una dualidad en pugna. El paraíso de Ahura Mazda, el polo de la luz, da hacia el sur; y el Infierno, la morada de Ahrimán, da hacia el norte.(21) Después de que Hima, el Héroe, recibe un Sello de Oro y un puñal de manos de Ahura Mazda, éste le ordena que aumente el tamaño de la Tierra:  

    "Entonces Yima, resplandeciente, dio un paso hacia el sur, siguiendo la trayectoria del Sol; luego apretó a la Tierra con el Sello de Oro y la hendió con el puñal, diciendo: 'Oh Spenta Armaiti, Genio de la Tierra, ten a bien partirte y estirarte en lontananza para sostener los rebaños, ganados y hombres'." 
Yima avanzaba hacia el sur y repetía tres veces este acto, en intervalos de seiscientos y novecientos años. En los rituales del mazdeísmo, el Sumo Sacerdote estaba parado en el extremo norte del recinto ceremonial, orientado hacia el sur; otro sacerdote estaba frente a él en la mitad del lado sur; y seis sacerdotes se hallaban en los puntos medios de los dos lados restantes y en las direcciones intermedias. Al comienzo de la ceremonia, el Sumo Sacerdote daba tres pasos imitando los tres pasos que dio Yima "desde la Tierra hacia donde estaba el Sol", avanzando hacia el sur, donde se hallaba el altar del fuego.(22)  

Los babilonios también orientaban sus edificios hacia el sur. De cara hacia el sur, el sacerdote babilónico dividía los Cielos en cuatro regiones; cada una se relacionaba con un mes y un día del año: los días y meses primero, quinto y noveno, y todos los que siguen en la serie, pertenecían al sur; en el oeste estaban los días y meses segundo, sexto y décimo de esta segunda serie; y así sucesivamente con las otras direcciones. Según la mitología babilónica, el norte y el sur corresponden a los polos superior e inferior del universo; la palabra que significa "norte" es isilthanu, "región sublime"; y la corriente llevó al Arca hacia la cima de la montaña que estaba situada en el norte. Sin embargo, en sus ceremonias rituales, los babilonios se volvían hacia el sur porque el Dios creador y civilizador de los humanos, Mummu o Ea, el dios de los abismos, surgió como Hombre-Pez de las Aguas cósmicas que se hallaban en el sur, y las regiones más meridionales de Babilonia fueron las primeras en adquirir un carácter cósmico; el hombre y Dios se encontraron por primera vez en el sur y, por consiguiente, los babilonios se volvían hacia el sur rememorando este primer encuentro.(23)  

El simbolismo del Sol en la arquitectura egipcia  
La entrada del pilón del templo egipcio y del palacio del Faraón era la Puerta del Cielo, por la que el Dios-Sol, el Radiante, apareció en el inicio del tiempo, hecho éste que volvía a representarse ritualmente cuando el Faraón salía del interior del templo o palacio, transportado en la barca solar.(24)  

La salida del Faraón del interior del templo por los pilones era la salida del Sol naciente. Este simbolismo guarda relación con una compleja mitología. Las grandes salas del templo de Egipto, con sus columnas en forma de papiros, representaban los "Juncales" celestes, la tierra del Sol naciente, más allá del horizonte oriental. El Faraón, sentado en la Barca del Dios-Sol, era transportado por la sala, desde el santuario interior, para simular el paso del Sol Naciente, equiparado con el Supremo Dios Ra y con Aton, el "Completo". El Sol Naciente ilumina las tinieblas primordiales y separa las Aguas; su salida es el surgimiento del primordial "Montículo del Tiempo Primero", la primera tierra en aparecer desde los abismos de las Aguas y la morada del Dios Supremo, fuente de luz. A la manera de los montículos que surgen cada año y hacen brotar hierbas y múltiples formas cuando las torrentosas aguas del Nilo retroceden, ese Montículo es el origen de todo lo que tiene vida. Durante los ritos fúnebres de un Faraón fallecido, que se celebraban dentro de la pirámide, ponían su estatua sobre un montículo de arena, el cual representaba al Montículo Prístino, y recitaban una plegaria indicándole que ascendiera por ese montículo para que el Sol le saludara. Ese Montículo es la Montaña del Mundo, por la que el rey asciende para encontrarse con el Dios Sol.(25) Ese Montículo que emerge es el amanecer de la Luz; la diaria salida del Sol es una repetición de la original iluminación cosmogenética.  

En Heliópolis, que fue construida sobre el Monte Cósmico, sitio en el que el cosmos emergió del Abismo, la luz del Sol naciente se reflejó desde un piramydion sobre la parte superior de una columna, pues en la simbología védica el amanecer es un Dios-puntal, con el Sol en su ápice. El Sol que aparece y el Montículo que se eleva de las Aguas coincide con la aparición del ave de la luz, el Fénix, que se enciende sobre la piedra ben-ben, en Heliópolis, y con su reclamo inicia la vida y los ciclos del tiempo. Cuando el Fénix hace su reclamo, "declara todo lo que existe y todavía no existe".(26) El Fénix sobre la piedra sagrada de Heliópolis es brillo de la primera luz; es el ave-Sol que dice: "Puedo ver exactamente allende los lindes de las tinieblas, puedo contemplarlo todo exactamente allende las Aguas Prístinas"(27) y "Yo soy el gran ave Benu (Fénix) de Heliópolis, la que decide qué existe y qué no ha de existir".(28) La aparición de la luz y la vida se equipara con el reclamo del Ave Fénix, "el hálito de vida que surgió del cuello del ave Benu, el hijo de Ra en quien Aton apareció en la nada, en la infinitud, en la oscuridad y en el sitio inexistente del tiempo original"(29). Su grito quiebra el silencio de la noche primordial. El Fénix es el Logos, la declaración del destino; es la primera manifestación del Dios Supremo; su llamado instituye los ciclos del tiempo, y el templo del Fénix, en Heliópolis, era el centro regulador de los calendarios; es representado por el planeta Venus, la Estrella Matutina que anuncia la salida del Sol; es la Deidad manifiesta en el tiempo; abarca a Aton-Ra, Shu y Osiris; su vuelo engloba al mundo "sobre océanos, mares y ríos"; y él viene de la "Isla de Fuego", el lugar de la luz eterna que se halla más allá del horizonte, donde el Sol sale cada día.(30) La salida del Sol en el principio del mundo se repetía todos los días al amanecer y todos los meses con la aparición de la Luna Nueva. En su ceremonia de coronación, al nuevo Faraón lo saludaban como el Sol naciente; y el renacimiento del alma después de la muerte era saludado con la salida del Sol.(31) El alma victoriosa podía decir:  

    "Vengo de la Isla de Fuego, habiendo llenado mi cuerpo con Khike (la esencia vital que el Fénix trajo de la Isla de Fuego) como "aquel ave" que (vino y) llenó el mundo con lo que éste no había conocido." 
El Sol Naciente es homólogo del escarabajo que expulsa su huevo de la arena, envuelto en una bola de su propio excremento. El escarabajo representa a Khopri, el Sol Naciente, que en la barca solar aparece como dios asistente con figura humana y cabeza de escarabajo.(32)  

El Faraón, que salía atravesando los pilones del templo o palacio, era el Sol al amanecer, una epifanía que era una réplica de la cosmogénesis y de la alborada del tiempo. Su aparición en la entrada se equiparaba con la del Sol-puntal, afín al Montículo Primordial, separando así al cielo de la Tierra y permitiendo la expansión del espacio y del tiempo y la manifestación de la vida y las formas.  

El Montículo Primordial era el modelo de las regias tumbas piramidales de Menfis y el centro del culto de Ptah (o Tah).(33) Ptah era una divinidad gigantesca y enana a la vez.(34) Como gigante era el Montículo Primordial y también la Vía Láctea, el Río Celeste y el equivalente celestial del Nilo. La Vía Láctea reposaba sobre las Aguas Primordiales -Nun- las mismas desde las que apareció el Montículo Primordial en el principio. El enano Ptah es una estrella de la religión circumpolar del cielo; es eterna porque nunca desaparece debajo del horizonte.(35) El rey difunto, identificado con Ptah, era sepultado dentro de la pirámide como representación del Montículo; su alma, viajando ascendentemente hacia las regiones septentrionales del cielo, se fundía en la estrella del enano Ptah, y así alcanzaba la inmortalidad. La principal (y a menudo) única entrada de la pirámide se hallaba en el lado norte, enfocada hacia las estrellas circumpolares.(36)  

La orientación egipcia  
Los edificios egipcios estaban generalmente orientados hacia el sur; el Nilo fluía desde esta dirección que, por lo tanto, era la de la fuente de la vida. El este, por donde el Sol sale, era la región del nacimiento y del renacimiento, y el oeste, donde el sol se pone, era la región de la muerte y la vida después de la muerte.(37)  

Los edificios egipcios se orientaban astronómicamente. Numerosas inscripciones de templos dicen que los "tendedores de cuerdas" hacían las trazas de los templos tomando como referencia a las estrellas. Por ejemplo, una inscripción del templo de Dendera dice esto describiendo al rey egipcio:  

"el Dios viviente, el magnífico hijo de Thoth (Asti), alimentado por la diosa sublime (Hathor) en el templo del país soberano, tiende la cuerda con alegría. Con su mirada en la mitad del Muslo de la Constelación del Toro (la Osa Mayor), él establece la casa-templo de la Amante de Dendera, como tuvo lugar anteriormente."  

Entonces el rey dice:  

    "Mirando hacia el cielo, en el curso de las estrellas nacientes (y) reconociendo la mitad de la constelación del Muslo del Toro, establezco los ángulos del templo de Su Majestad".(38) 
Los templos egipcios se hallan corrientemente alineados con la posición del Sol naciente en el solsticio.(39) La orientación del templo de Amón-Ra, en Karnak, tipifica un patrón recurrente: el largo eje del templo apunta, en la dirección sureste, hacia la salida del sol en el solsticio de invierno y en la dirección norte hacia la caída del sol en el solsticio de verano.(40) El templo de Ra-Hor-Akhty, el "Brillante Sol surgiendo en el Horizonte", se ubica en el mismo eje y se abre hacia el punto del amanecer en el solsticio de invierno.(41) Otro templo consagrado a Ra-Hor-Akhty, el Templo Supremo construido sobre el de Amón-Ra, tiene igual alineación.(42) Los templos de Khonsu y Mut, conectados mediante avenidas con el templo de Amon-Ra, se encuentran alineados, en sus ejes transversales, con la puesta tangencial de la primera Luna Creciente después del solsticio de verano. La línea del templo de Khonsu indica la declinación en detención mayor; cuando se extiende a través del Nilo hasta la ribera oeste, pasa por las Tumbas de los Reyes y las de las Reinas respectivamente. Un pequeño templo sobre el techo del templo de Khonsu tiene una ventana cuya alineación es una réplica de la del templo de arriba, existente en el Gran Templo de Amon Ra.(43) El eje del templo de Khonspekherod, "el Niño Khonsu", corta en ángulos rectos el eje del templo de Mut. Las alineaciones de los templos de Amón Ra con una posición del Sol, y de Khonsu con una posición de la Luna Creciente son adecuadas: Amón Ra es el dios-Sol y Khonsu es el dios-Luna, coronados con el disco y la media luna respectivamente; Mut es la consorte de Amon Ra.(44)  

Las mastabas, orientadas hacia los puntos cardinales, tienen a veces una puerta falsa en el ángulo noreste, indicando la dirección que el alma ha de tomar para llegar a Aalon, la morada celestial de Osiris, que está ubicada en la parte noreste del cielo.(45)  

Se asignan numerosas alineaciones a la Gran Pirámide de Gizeh y, aunque la mayor parte de lo que se afirma es extravagante, dudoso o totalmente erróneo, unas pocas aseveraciones están fuera de discusión. La pirámide se halla exactamente alineada sobre ejes este-oeste y norte sur(46) y, como ya lo dijimos, el denominado "fuste de ventilación", que corre desde la cámara del Rey hacia la cara norte, apunta hacia el polo norte celestial, la morada del Dios Supremo Ptah y el punto central de las estrellas circumpolares que representaban las almas de quienes habían alcanzado la vida eterna.(47) Un segundo fuste, que corre hacia la cara sur de la pirámide, apunta hacia el tránsito de Alnilam, la estrella central del cinturón de Orión, en la que estaba situada la morada de los difuntos.(48)  

Traducción Héctor V. Morel
 
Antología
 
NOTAS
1. Herodoto (citado en Rawlinson, 1942, 47 y Lampl, 1968, 7) describe a Ecbátana, construida por el primer rey de los medos: "...elevándose en círculos, uno dentro del otro... Los círculos son siete y el palacio del rey y los tesoros se hallan dentro del último... Las almenas de este muro son blancas, las del siguiente, negras, las del tercero, escarlatas, las del cuarto, azules, y las del quinto, anaranjadas; todas ellas estas cubiertas con pintura. Las dos últimas tienen sus almenas revestidas, respectivamente, con plata y oro". Entre los babilonios, cada planeta tenía un color y un metal correspondientes: latón y blanco o amarillo para Venus; plomo y negro para Saturno: bronce y púrpura para Júpiter; hierro y azul para Mercurio; una "aleación monetaria" y rojo para Marte; plata para la Luna; y oro para el Sol. Cuando los arcángeles cristianos fueron asimilados a los planetas, tomaron estas correspondencias: Gabriel, el ángel del fuego, es oro, y Miguel, el ángel de las aguas, es plata. Las imágenes y los símbolos de todas las tradiciones son dorados y su referencia es el Sol. La imagen de Apolo en el adytum de Delfos era dorada; y las imágenes del Buda, identificadas con el estacionario Sol metafísico, están adornadas de manera parecida; el disco alado en el dintel de Biblos es dorado, igual que las puertas por las que el Sol aparece cada mañana en Biblos, Palmira, Dura-Europus, etcétera. 

2. Meyer-Baer, 1970, 778; l'Orange, 1953, 12. Sobre cosmología babilónica e importancia de la astronomía en la religión de Babilonia, ver Lambert, 1975; Duhem, 1954, 5, 541; y el artículo "Babylonian-Assirians", en ERE, 1, 309. 

3. Los picos y hondonadas corresponden a los triángulos que apuntan hacia arriba y hacia abajo, los cuales se combinan para formar el Sello de Salomón. Ver Mus, 1935, 334 y siguientes; y sobre la simbología del Sello de Salomón, ver Guénon, 1962, 225 y siguientes. 

4. Jastrow, 1898, 616-617; Fletcher, 1948, 56; McLean, 1929, 29; y Hopper, 1938, 17. 

5. Przyluski, 1932, passim; y Mus, 1935, 147 y siguientes. 

6. l'Orange, 1953, 13. 

7. l'Orange, 1953, 10. Igual planimetría aparece en Occidente, como en muchos campamentos militares vikingos, en los castillos vikingos daneses de Trelleburg y Aggersberg, y en los planos y dibujos medievales de la Sagrada Jerusalén (ibid., 14-15, y 1973, 314-315). - Los "castillos giratorios", frecuentemente mencionados en los cuentos europeos de los siglos VIII y IX, posiblemente se refieren a ciudades y castillos de Oriente. Ver ibid., 1953, 16, y 1973, 315-316. 

8. l'Orange, 1953, 12-13, 22-23, ibid., 314 y siguientes; y Hautecoeur, 1954, 161. 

9. Hautecoeur, 1954, 162-164. Los conceptos relacionados con el reino cósmico y solar pasaron en una dirección desde el noreste hacia Grecia y Roma, y de ahí a Bizancio y los carolingios, y en otra dirección hacia el Islam y la India. Un ejemplo famoso es el Diwan-i-Khas, de Fatepur Sikri, India; allí el Moghul emperador Akbar se sentaba en lo alto de una columna que semejaba una montaña y un loto, la cual tenía cuatro pasarelas que se proyectaban hacia los cuatro ángulos de la sala, donde se sentaban sus cuatro ministros. El cielo raso del edificio está diagramado representando un horóscopo indio, que muestra los doce signos del zodíaco. Smith (1956) rastrea los diversos ejemplos de este tema. 

10. l'Orange, 1953, 14-15 y 1973, 316-317, y Meyer, 1976, 175. También en Europa hubo cúpulas giratorias del Cielo; el Martirologium de San Ado (c. 874) y una Exaltatio Sancta Crucis giraban sobre sus ejes a la manera de los cielos rasos de la sala del trono de Khosrau. Sobre paralelismos romanos, ver página 261 y siguientes de esta obra (Architecture, Time and Eternity). 

11. El motivo del combate entre el León y el Toro tuvo una historia ininterrumpida durante más de cinco mil años. Ver Hartner, 1965, y Hartner y Ettinghausen, 1964, 162. 

12. La principal estrella de una constelación es la primera que aparece sobre el horizonte. 

13. Las Pléyades formaban parte de la constelación de Tauro tanto en la astronomía antigua del Cercano Oriente como en la clásica. Son la primera parte de Tauro que se vuelve visible durante el año solar, y se las elige como las principales estrellas de toda la constelación (Hartner, 1965, 7-8).- Las Pléyades desempeñan un papel importante en la mitología estelar y en los calendarios de todo el mundo. En la China se halla una de las cuatro constelaciones principales mencionadas en Shu-ching; su salida helíaca la registraron muchos pueblos primitivos; su salida helíaca, seguida por cuarenta días de invisibilidad, es mencionada por Hesíodo (Obras y Días, vs. 385-396); se hallan enunciadas en los calendarios babilónico, griego e islámico; en Sumer-Akkad se las designaba como "la Estrella"; y como lo mostraremos en lo siguiente, representan un papel predominante en los calendarios de Mesoamérica. Ver Hartner, 1965, 8. 

14. Pegasi y Andromedae, con la estrella principal Pegasi

15. En las primitivas civilizaciones mesopotámicas y elamitas, la constelación de Ibice, que está frente a Leo, es muy probable que incluyera a las principales estrellas de Capricornio y Acuario. La salida helíaca de sus principales estrellas, el Rectángulo de Pegaso, ocurre exactamente seis meses después de la salida helíaca de Régulo, la estrella principal de Leo. La salida helíaca de la constelación de Ibice indicaba el solsticio de invierno en fecha aproximada (Hartner, 1965, 8-9). 

16. Desde épocas muy remotas hasta las de los aquemianos, la puesta helíaca de las Pléyades ocurría exactamente en la misma época que la salida helíaca de Aries (llamado "el Labriego Asalariado" y el "Arado"), que marcaba la época de primavera en la que se empezaba a arar, allanar la tierra y sembrar (ibid., 10). 

17. La constelación del Ciervo o Venado se fija exactamente con las Pléyades, por lo que el motivo del León y el Ciervo tiene el mismo significado que el combate del León con el Toro. Hartner y Ettinghausen, 1964, 162-164. 

18. Wensinck, 1921. 

19. Pope, 1957, 126. 

20. Saggs, 1966, 35 y Lampl, 1968, 7. Lampl ofrece los planos en figuras nº 20-23, 32-35, 40-43, 153-155 y 162-165. 

21. Frothingham, 1917, 73, donde se brindan más detalles y fuentes. 

22. Frothingham, 1917, 74-75. 

23. Ibid., 69-70. Como ocurre en la China, que se orienta hacia el sur, el izquierdo era el lado de honor en Babilonia. Frothingham da la prueba de esto. 

24. Clark, 1959, 29, 41 y siguiente. 

25. Texto 1660 de la Pirámide, citado en Clark, 1959, 84. 

26. Ibid., 35. 

27. Libro de los Muertos, citado en ibid., 248. 

28. Ibid., 245 y siguiente. 

29. Ibid., 246 y siguiente. 

30. Clark, 1959, 39. 

31. Texto de féretro, citado ibid., 247. 

32. Ibid., 40. 

33. Frankfort, 1948, 153; Frankfort, Williamson y Jacobsen, 1949, 60. 

34. Muller, sin fecha, 145. 

35. Ackerman, 1953, 5-6- Ver también página 117 de esta misma obra. 

36. Edwards, 1947, passim

37. Frankfort, Wilson y Jacobsen, 1949, 51. Uno de los términos con que se expresa "sur" significa también "cara", y es probable que el término "norte" signifique literalmente "la parte de atrás de la cabeza". El término egipcio de "este" es el mismo que el de "izquierdo", y el término de "oeste" significa igualmente "derecho" (idem). 

38. Citado en Nissen, 1906, 33; Lockyer, 1894, 176; y Dinsmoor, 1939, 99. Nissen da otros ejemplos similares, 1906, 31-34; y también Hambidge, 1929, 143 y Lockyer, 1894, 173-181. 

39. Lockyer, 1894, fue el primero que advirtió estas alineaciones solares. Afirmó (ibid., 106) que la longitud exacta del eje actuaba como vía de un rayo luminoso que, proveniente del Sol o de una estrella, se proyectaba hacia el oscuro santuario en una fecha especial, como por el ejemplo, en el solsticio de verano. Los análisis efectuados por Lockyer sobre las orientaciones solares y estelares de los egipcios no merecen generalmente crédito, salvo en textos de divulgación popular. 

40. Hawkins, 1974, 164-165 y 1975, 138, es quien da la primera alineación, y Lockyer, 1894, 65-66 y 102-106, es el que da la segunda. Hawkins, 1974, 158, critica la alineación hacia el sudoeste que Lockyer da, puesto que la astronomía egipcia se concentraba en el horizonte este donde se observaban los decanatos y salidas helíacas para determinar zodiacales a fin de determinar la fechas de los calendarios (ibid., 158 y 161). Sin embargo, el mismo eje se alinea hacia ambos solsticios, y el templo se abre en dirección al solsticio de invierno y se cierra en la posición de la salida del Sol. 

41. Krupp, 1979e, 207. 

42. Hawkins, 1975, 141-145; 1974, 164-165. 

43. Krupp, 1979e, 210. 

44. Ibid.,208-209; Hawkins, 1975, 138-145. 

45. Paris, 1941, 308. 

46. Krupp, 1979e, 214. Sobre la orientación exacta de las pirámides egipcias, ver Dinsmoor, 1939, 107-107, y 106, nota 2. 

47. Ver página 177 de esta misma obra. 

48. Badawy, 1964 y Trimble, 1964.